Con una interesante propuesta, Federico Marcello dirige, escribe y protagoniza este pequeño pero encantador film que propone una venganza en tono de comedia pero que luego decide ir por un costado más adulto, más contemplativo y melancólico sobre la migración, el choque de culturas, el desarraigo y el idioma como frontera respecto a una cultura bastante diferente a la nuestra.
El largometraje cuenta la historia de Facundo (Marcello), quien decide emprender un viaje a China con una meta bien clara. Su padre tenía un almacén de barrio en pleno corazón de Saaveedra, el cual se vio obligado a cerrar durante la década de los ’90 con el advenimiento de los supermercados chinos. Treinta años después, Facundo viaja al otro extremo del planeta con el único objetivo de vengarse abriendo el primer supermercado argentino en China, decidido a no volver hasta que algún comercio chino termine cerrando por su llegada. Para eso contará con el apoyo de su amigo Pablo, que se encuentra de mochilero por allá y quien hizo contacto con un gestor que los ayudará a conseguir el permiso para poder abrir el comercio.
El relato está muy bien construido con un guion que evita la risa fácil y los lugares comunes, prefiriendo volcarse más hacia las emociones y las situaciones tanto a nivel social como psicológica que va atravesando el protagonista a medida que va adentrándose en la sociedad China y su idiosincrasia. Por otro lado, los personajes están bien elaborados y matizados, en especial los secundarios que adornan la historia con ciertos momentos de verdadero ingenio mediante las interacciones que mantienen con los personajes argentinos. Facundo se quedó con una imagen de la infancia que lo marcó a fuego (presentado en una bella secuencia animada) y con aquel sello decide poner en práctica una venganza que, como era de esperar, no será tan sencilla de llevar a cabo.
El film se pone a reflexionar sobre la inmigración, los problemas o conflictos de adaptación así como también la barrera idiomática que en más de una oportunidad perjudica al protagonista para conseguir su meta de manera más sencilla (en especial en una desopilante escena en un ascensor). Es en ese escenario que Facundo empatizará con sus amigos y conocidos que surgirán del continente asiático, llevándolo al camino del entendimiento y la solidaridad y, en definitiva, a la madurez.
“De Acá a la China” es un pequeño pero prolijo film con mucho corazón que sorprenderá por su astucia y por lo que nos quiere transmitir su director. Un viaje melancólico y sensible para comprender las particularidades de la globalización y el choque de culturas.