Unidos por el desarraigo
El mérito de este film de neto corte independiente de Federico Marcello, también protagonista, reside no tanto en su técnica y factura sino en las formas de sortear lugares comunes a toda película costumbrista. En ese sentido, los escenarios de Buenos Aires y China no sólo transmiten desde lo visual una atmósfera cercana a la melancolía y la identidad sino que auspician el concepto de desarraigo y extrañamiento que atraviesan las dos culturas por igual.
Todo comienza con un plan de venganza, una de esas argentinidades en que pretenden saldarse cuentas del pasado como la llegada de los almacenes chinos en los ’90 a partir de ese modelo que hizo mella y destruyó economías domésticas, o hizo peligrar el futuro de muchos almacenes locales de ramos generales como el caso del padre del protagonista, ubicado en pleno barrio de Saavedra.
La idea de vendetta se transforma casi en obsesión y una vez ideado el plan de arribo a China para ubicar productos argentinos como el mate, el dulce de leche en un almacén llamado La mano de Dios, y que este acontecimiento haga trastabillar a un almacén chino al punto de hacerlo desaparecer es el motor y motivación primaria del protagonista. De allí, la primera impresión es que el enemigo no es tal y la comunidad tampoco parece tan cerrada frente al extranjero como se prejuzga.
Con cierto tono de frescura, alguna gragea de humor y el equilibrio entre la comedia y el drama, De acá a la China demuestra con pocos elementos y sin ampulosidad las aristas invisibles del desarraigo. Remarca la importancia de valores como la solidaridad o la amistad sin dejar de lado la honestidad cuando las situaciones extremas nos llevan a tomar a veces decisiones que van a contracorriente con la esencia de lo que somos.
Algo que parece olvidado en estos tiempos, la cultura del trabajo dice presente pero también las trampas de la burocracia en un sistema cuando la defensa de la economía local es mucho más enfática y eficaz que la liviana y marquetinera flexibilidad de países en vías de desarrollo o con urgencia de ganar un espacio en mercados grandes como el nuestro.
Por todos esos detalles que no son menores, la ópera prima de Federico Marcello es permeable a diferentes lecturas más allá de la “picardía” criolla (sobrevuela el nefasto ejemplo de la película Fuckland) o la anécdota de otro fracaso argentino.