Pareciera ser regla que luego de la consagración de un actor, en un punto pegue un volantazo y comience a entregarse a películas cuyo único atractivo sea su presencia adornando el afiche.
¿Será cuestión de la dificultad para conseguir papeles con el paso del tiempo? Le está sucediendo a Meryl Streep en sus últimas películas, la semana pasada la tuvimos a Cate Blanchett en la intrascendente Toda la verdad, por citar roles femeninos, y ahora la grandiosa Julianne Moore vuelve a recaer en otro film que se ubica debajo de ella luego de su paso el año pasado por Siempre Alice (por más premiaciones que le haya valido).
Casi que podríamos pegar la reseña de Siempre Alice y transcribirla para De ahora y para siempre. Varias son las similitudes, más aún el resultado final.
Basada en hechos reales (y van…), es la historia de la pareja conformada por Laurel y Stacie.
A Laurel, policía de la Ciudad de New Jersey, le diagnostican un cáncer terminal, y pretende dejarle su pensión a su pareja, más joven que ella.
Este hecho, que pareciera simple, se complica frente a la imposible burocracia y las miles de trabas y negativas que las autoridades les pondrán por el hecho de tratarse de una pareja homosexual. Laurel y Stacie emprenderán una lucha que llegará a la sociedad toda creando una causa común.
La historia de por sí tiene un potencial innegable, es más, estoy seguro que haber seguido la noticia real debe haber sido interesante. Pero el guión del ganador del Oscar Ron Nyswaner tropieza con todos los embrollos posibles de este tipo de historias.
No solo no elude los golpes bajos, parece buscarlos hasta debajo de las piedras; se fuerzan todas las situaciones para que se vean puramente dramáticas, remarcádamente dramáticas. Otros asuntos que hacen a la importancia que el hecho tomó a nivel social, se tornan ligeros, como si uno ya debiera conocerlos, o simplificados en pos de otras cuestiones, los momentos íntimos en busca de pañuelos.
El director, Peter Sollett (Nick y Norah’s Infinite Playlist) tampoco se esmera demasiado en dotar la película de la fuerza necesaria. Ni desde el montaje, ni desde la fotografía, ni desde la dirección actoral, se nota trascendencia. Tampoco graves errores, es cierto, se acomoda en la monotonía general.
Ante este panorama, tanto Julianne Moore (Laurel), como Ellen Paige (Stacie) hacen lo que pueden, logran ricas interpretaciones, carnales, que se convierten en el mayor ¿único? atractivo. La película está al servicio de ellas, y hay que reconocer que cumplen sobremanera; tanto de forma individual, como en la química lograda y necesaria para que todo sea querible.
El resto del elenco, entre quienes figuran Michael Shannon, Steve Carell, y hasta William Sadler, se ubica un escalón debajo de la pareja protagónica.
De ahora y para siempre puede no ser un film detestable, tiene elementos para ser vista sin mayores pretensiones. Pero ni asoma a la intensión de ser algo memorable. Se conforma con ser una de esas que rápidamente se eternizarán en las tardes del corazón en nuestra televisión.
Que dos intérpretes como Moore y Paige se presten a este tipo de films está hablando de algo. Se necesitan de grandes propuestas para grandes actrices.