Éste filme está basado en la vida real de Laurel Hester (Julianne Moore) y Stacie Andrée (Ellen Page) en su lucha por la igualdad. En esa puja estarán acompañadas por el oficial Dane Wells (Michael Shannon), compañero de Laurel durante toda su carrera en la fuerza policial.
A Laurel, una condecorada policía de Nueva Jersey, le diagnostican un cáncer de pulmón, ante la inminencia del desenlace desea que su pareja femenina, con la cual realizo los trámites legales de convivencia, sea la beneficiaria de su pensión.
Sin embargo los funcionarios del condado, los llamados Freeholders no ven con beneplácito el pedido de la mujer policía por su condición de homosexual, y con artilugios legales para nada morales se lo niegan permanentemente.
Aquí entran en juego los significados de las palabras, el poder de los “freeholder”, cuya traducción sería”propietario absoluto” en su idioma original, de ahí se desprende el neologismo del titulo. “Freeheld” algo así como “libertad retenida”. Un freeholder es quien tiene el poder absoluto en algunas cuestiones legales y locales de temas que nunca llegarían a la corte suprema de Justicia de los EEUU. Por eso una de las cosas que más molestan es ver a Steve Carrel personificando a Steven Goldstein, un abogado judío observante, homosexual, que lucha en prosecución del matrimonio igualitario. La performance redundante, estereotipada, estridente y bulliciosa del actor gritando en la sala del Condado “¡tienes el poder!” en una de las escenas más panfletarias e inverosímiles de ésta producción (en realidad es casi la única), hasta da vergüenza ajena. Sin embargo, tiene como principales atributos las actuaciones del trío de protagonistas, por supuesto que por tiempo en pantalla, y por los cambios de registro, el compromiso histriónico y el esfuerzo corporal realizado Julianne Moore se llevaría todas las palmas. Pero la actuación de Ellen Page es sobresaliente, con otro tipo de rendimiento más intimista en los aspectos más intangibles e incontrolables del comportamiento humano, sobre todo las emociones. Distinto, no tan evidente desde lo físico, pero muy eficaz en la construcción y desarrollo de su personaje.
Otra de las importantes esencias del filme se desprenden del guión, específicamente del personaje de Laurel, el sostenimiento en su idea de luchar por la igualdad, en ningún momento nuestra heroína habla del matrimonio gay, es lo que coloca al personaje de Laurel por encima de lo estrictamente la elección de la sexualidad, su lucha está atravesada por la justicia, que ella creyó defender durante 23 años de servicio.
Además es que la narración no cae en la sensiblería común y corriente, no le hace falta, la historia en sí misma es empática. Buen trabajo del diseño de arte y la dirección de fotografía. El problema es que su estructura narrativa es tan clásica, tan previsible, tan de manual, demasiado formalismos estéticos, todos juntos, montaje que acompaña al desarrollo, e increíblemente la banda de sonido compuesta por Hans Zimmer se hace notar constantemente. Como si se tratara de un telefilme, todo esto conspira hasta que termina por dar la sensación de ser una torpe manipulación y convertirlo en uno más de tantos.