Si uno de los méritos de la recientemente estrenada Carol era exponer los prejuicios de las clases altas ante un romance lésbico, De ahora y para siempre, mucho más cercana en el tiempo y basada en una historia real, no hace más que confirmar que el conservadurismo en algunos sectores de la sociedad norteamericana continúa vigente.
Aquí hay también un amor entre dos mujeres de distinta edad, pero, a diferencia del film de Todd Haynes, la trama toma ribetes legales (de hecho, este caso marcó un precedente para que Estados Unidos sancione el matrimonio igualitario recién en junio pasado). La historia pone en escena a Laurel Hester (Julianne Moore), una aguerrida policía de New Jersey que, en un ambiente rebosante de testosterona y machismo, debe mantener oculta su homosexualidad. Laurel conoce a Stacie Andree (Ellen Page), casi veinte años menor, se enamoran, se mudan juntas y deciden blanquear la relación a través de un acuerdo de convivencia, que contempla menos aspectos -sobre todo, económicos- que el matrimonio.
Las cosas se complican cuando a Laurel le detectan un cáncer de pulmón que avanza a pasos agigantados. Consciente de que su vida se acorta, ella quiere que Stacie pueda acceder a su pensión, pero las leyes del condado no dejan lugar a que la "viuda" salga beneficiada. A partir de allí, la pareja protagónica se corre del eje de la narración para que cobre relevancia el punto de vista de los actores secundarios: un compañero que en principio tuvo onda con Laurel pero ahora se desvivirá por ayudarla, un histriónico activista gay judío, un díscolo integrante del inflexible concejo deliberante del lugar.
La intervención de estos personajes intentará que a la película no se la devore el drama íntimo y la solemnidad, pero estas pequeñas bocanadas de humor y política no logran darle al film el aire fresco necesario. A favor de De ahora y para siempre, hay que destacar las interpretaciones principales, favorecidas por la dirección de arte (impacta ver a Moore rapada a cero y la caracterización de Page es fiel a la original Andree). Son, sin embargo, escasos méritos en relación a sus descontadas buenas intenciones.