Basado en un texto original de Patricia Highsmith ,“Las dos caras de enero”, éste filme representa la primera incursión en la dirección del experimentado guionista ingles, nacido en Irán, Hossein Amini, nació en el país de Medio Oriente, pero se crió desde su infancia en Inglaterra.
Autor responsable del guión, entre otros, de “Blancanieves y el cazador” (2012), Amini también realizó la traslación de un texto de Henry James, pero para su debut como rfealizdor eligió una de las novelas menos difundidas de la gran escritora de suspenso americana, fallecida hace 20 años.
La sensación que produce esta película hace que cualquier elemento que se declare de la construcción de la trama podría hasta entenderse como una traición al texto mismo.
Esto no es una variable de calificación de la producción audiovisual, sino de cómo se van entrelazando los personajes y las situaciones para sostener un verosímil que de otra manera se derrumbaría en los primeros 10 minutos.
El largometraje se constituye como un buen representante del género del thriller, que funciona a paso firme, sin demasiados cambios de ritmo, pero con varias vueltas de tuerca desarrolladas en su imbricada e intrincada trama, que de no existir su desarrollo se transformaría en tedioso, previsible y monótono.
Posiblemente el punto más fuerte de lectura del texto y del film es el contexto en el cual se desarrolla la historia: La ciudad de Atenas se presenta desde su simbología como el lugar perfecto, la cuna de las tragedias occidentales, donde la mentira, lo falso, y el destino inexorable corren de la mano.
La historia de ardides y desengaños se desarrolla a partir de un triángulo amoroso conformado por Chester MacFarland (Viggo Mortensen), su esposa Colette (Kirsten Dunst), y un joven Rydal (Oscar Isaac), guía de turismo en la ciudad mediterránea, de origen estadounidense. El juego geométrico se establece, se organiza y se retroalimenta en un circulo vicioso, que le da vida y lo asesina a cada paso.
Funciona desde los parámetros del tercero excluido, siempre conformando parejas, la de Dunst-Mortensen alcanzan un buen grado de química, se hacen creíbles, pueden crear la necesaria empatía. El duo Dunst-Isaac tiene muy poco desarrollo, por lo que no termina de hacer pie dentro de la historia general, y acaban diluyéndose. Pero el más flojo de todas las relaciones es el falso reflejo de paternidad entre Mortensen-Isaac, que intenta sostenerse en el parecido del primero respecto del padre del segundo, haciendo que la culpa por las malas acciones para con su padre real puedan elaborarse con otro, cuando en la realidad evidente queda apresado en la belleza de la ninfa esposa del extraño.
Ambientada a principios de los años ´60, lo mejor de esta producción se encuentra en el diseño de arte, la escenografía y el vestuario en primer lugar; la fotografía, el manejo de las cámaras sostienen lo que es presentado de manera muy eficaz; la música puesta en su doble función, primero narrativa, a partir de los temas musicales seleccionados, y empática en la creación de los climas necesarios.
Todo realizado de manera correcta, lastima que la construcción de los personajes, sus relaciones, sus motivaciones, protagonista y antagonista, amor y frustración se diluya en lo estético técnico. Dinero hubo, y se nota.