Fresca y variada como una ensalada
Luego de una seguidilla de películas con tono épico, el experimentado director Edward Zwick (El último samurai, Desafío, Diamante de sangre) nos brinda una fresca comedia dramático-romántica -permítanme el término-, llena de caras bonitas, cuerpos esculturales, amor sin ataduras y muchas otras cosas más que se van acoplando al argumento de manera más o menos adecuada, según a cuál de ellas nos refiramos.
La historia comienza mostrándonos la vida de Jamie Randall (el carilindo número 1, Jake Gyllenhaal), un gigolo que es expulsado abruptamente de su trabajo de vendedor de electrodomésticos y comienza una nueva vida como visitador médico, con el difícil trabajo de vender una droga que compite con el popular Prozac (cabe mencionar que la película transcurre en el año 1996). Bastante tarde en el metraje aparece Maggie Murdock, (carilinda numero 2, Anne Hathaway), una joven que padece de mal de parkinson a pesar de su corta edad. Desde el primer vistazo, Jamie se percata de que no podrá vivir consigo mismo si no seduce a Maggie. El romance comienza, con la particularidad de que ambos deciden tener una relación sin ataduras, pero el amor se avecinará y les traerá muchos problemas.
Como se puede ver con sólo leer la sinopsis, la trama nos brinda gran cantidad de hilos a seguir y el metraje los va tratando de manera escalonada, comenzando una temática para abandonar la anterior sin volverla a retomar. Es así como el espectador puede disfrutar de conocer los pormenores de la venta de drogas legales y entretenerse con las ocurrencias de Jamie para vencer a sus contrincantes, para luego pasar a enredarse en los entretelones de una pareja que quiere atenerse sólo a lo sexual sin involucrarse a nivel personal pero no puede, y de allí a la desgracia de saber algo más sobre el día a día de una persona con una enfermedad neurológica y, por qué no, conocer al hermano de Jamie -que más bien parece el hermano de Jonah Hill en Supercool o cualquiera de sus películas-, en lo que vendría a ser un manotazo al volante para llevar la película hacia la "nueva comedia americana" (si es que tal cosa existe), más osada y chabacana que otra cosa.
Queda claro que dependerá a fin de cuentas de la tolerancia del espectador ante tanta voltereta argumental si la película pasa la prueba del sabor o no. Pero así como los contenidos del guión se van mezclando en la trama como dentro de una licuadora, es cierto que los personajes dentro del filme se mueven con una frescura admirable: la química entre la pareja protagónica funciona tan bien que terminan por importarnos sus historias, ya sea que se trate del progreso en la relación entre los personajes principales, o de la enfermedad que la aqueja a ella o de los problemas que esta le trae a él.
El filme también cuenta con grandes participaciones en los papeles secundarios, como Oliver Platt y Hank Azaria (que hace las voces de varios personajes de Los Simpsons en su versión original, pero que quizás recuerden como el instructor de buceo con acento francés de Mi novia Polly) o el ya mencionado hermano de Jamie, interpretado con el grado de patetismo necesario por Josh Gad (Un rockero de locura).
De amor y otras adicciones es una comedia de amor con toques de drama, mucha desnudez, algunos gags trillados, otros mejores y una batería de hilos argumentales que se van intercalando sin demasiado equilibrio, pero que está interpretada de manera decente por su elenco, en especial su pareja protagónica: dos bellos seres humanos bien dispuestos a exhibirse en pantalla y que, en definitiva, logran que su historia nos importe, al menos un poquito. Una comedia fresca, con muchos altibajos, pero que puede llegar a atraer a cualquiera por la variedad de elementos que ofrece.