La salud del amor
A Hollywood le gustan las historias tristes/felices, las de amores que vencen prejuicios y enfermedades. Algunas son relatos originales y emocionantes, como Mi vida sin mí; otros, dramas románticos con algunos derechazos al lagrimal, como Otoño en Nueva York o Todo por amor (aquella con Julia Roberts). Más cerca de las dos últimas está De amor y otras adicciones.
Jake es un vendedor nato, trabaja como visitador médico y seduce a doctores y secretarias por igual. A los primeros para que receten los medicamentos de su laboratorio, a las segundas para noches de amor ligero, y a ambos con plena lucidez y control de sus encantos. Hasta que conoce a Maggie, una chica libre y desprejuiciada que quiere exactamente lo mismo que él de una relación: nada. Ella sufre mal de Parkinson y por eso evita involucrarse a largo plazo. Pero no será tan fácil para ninguno de los dos.
El filme cuenta una historia de amor sencilla que se complica poco a poco y va pasando (y mutando) por la comedia, el romance, el drama y la anécdota. Quizá el hecho de que esté basada en una historia real, best seller novelado, explique los saltos en la narración y temas, que cambian "como la vida misma".
Anne Hathaway (que va tomando la posta de Julia Roberts) y Jake Gyllenhaal crean una pareja rendidora y efectiva, como lo fueron en Secreto en la montaña, pero en clave de comedia romántica. Ambos se entienden bien en cámara y le dan vida a sus personajes, aunque el tono del relato varíe.
Pero alrededor de esta historia, ambientada en la década de 1990, se destacan dos ejes más. El primero es la aparición del Viagra, tema al que la película dedica varios momentos para describir sus efectos sociales, económicos y anímicos. Pero también retrata en detalle cómo funciona el mundo de los visitadores médicos, último eslabón de la cadena de capitales de los grandes laboratorios. Sin aspirar a ser un ensayo de denuncia, el filme muestra en el mismo tono ligero cómo se manejan puertas adentro del consultorio los intereses de las empresas y cómo se reflejan en los recetarios. Los pacientes, bien gracias.
Así, entre estas tres columnas formadas por el retrato del Parkinson, la irrupción del Viagra y el gran negociado de la salud, se desarrolla esta historia de amor, que a veces se pierde, luego aparece, más tarde se ensombrece. Una película rara, en la que se destacan Gyllenhaal y Hathaway y la pintura de sus personajes, aunque el guión se desdibuje.