Cine popular y cordobés
La ola de estrenos cordobeses llega a su fin con la que acaso sea la película más emblemática de todas: De Caravana, estrenada el lunes en la Ciudad de las Artes (y a partir del jueves en los Cine Rex y los Complejos Dinosariuo), es la que asume con más énfasis el desafío de mostrar, pensar y explorar la identidad cordobesa, tanto desde sus íconos culturales como también desde sus calles, sus lenguas, sus códigos internos, sus cuerpos y signos identitarios. Es todo un logro, casi se diría un prodigio viniendo de un director debutante, que Rosendo Ruiz lo haya logrado sin soluciones fáciles, sin caer en estereotipos racistas, la demagogia publicitaria o en tentaciones televisivas: De Caravana no es un filme populista, que intente explotar nuestro imaginario cultural y sus figuras mediáticas, sino todo lo contrario, una película legítimamente popular que explora e indaga algunos de los mitos que nos constituyen, desde el formato de un filme de género (o de varios géneros, pues abarca tanto la comedia romántica como el thriller).
La celebración es doble porque De Caravana confirma que el cine cordobés no sólo está en marcha, sino que además goza de muy buena salud. Los tres estrenos presentados hasta ahora, a los que en la segunda mitad del año se les sumará la excepcional Yatasto, demuestran que existe un futuro para nuestro cine, un horizonte impensado hace apenas unos años. Y De Caravana indica además que nuestras películas pueden ser populares sin volverse chabacanas, porque lo esencial radica justamente en cómo se filma aquello que se pretende mostrar: Ruiz lo hace desde el respeto y la igualdad, nunca desde la idolatría, la superioridad o la falsa (terrible) conmiseración. Se trata además de una decisión (tanto estética como política) central para la película, pues De Caravana es esencialmente una comedia (libertaria) sobre la interacción de clases, un tema universal en la literatura y el cine adaptadopor Ruiz a nuestra cotidianeidad existencial.
Juan Cruz (Francisco Colja) es un joven fotógrafo de clase media alta que por una cuestión laboral debe ir a sacar fotos a un baile de la “Mona” Jiménez: allí no solamente descubrirá un nuevo mundo, sino que también conocerá a Sara (Yohana Pereyra), una bella joven habitué de los bailes del cuartetero. Su fascinación inicial se transmutará en pavor cuando, al otro día, se vea envuelto en una trama impensada a partir de la aparición de un mafioso apodado Mastor (Rodrigo Savina, excelente) junto a la travesti Penélope (Martín Rena, superlativo), que lo obligarán a entrar en el bajo mundo cordobés, donde se convertirá en una especie de mensajero y transportista a su servicio. Pero lo peor ocurrirá cuando el Laucha (Gustavo Almada, otro punto alto del reparto), ex novio de Sara, se entere de la aventura de la joven con Juan Cruz, y empiece a buscar venganza.
Desmitificadora y socialmente transgresora, De Caravana trabaja desde los arquetipos sociales pero nunca llega al estereotipo: su virtud está en la habilidad para explorar a los personajes, para profundizar en sus subjetividades, sus motivaciones y sus condiciones existenciales a medida que avanza el metraje. Acaso ayude no sólo el excelente desempeño de sus actores (la piedra fundamental sobre la que se asienta toda la película), sino también la capacidad de síntesis de Ruiz, que le otorga al filme un ritmo endiablado (y que demuestra un manejo importante de los detalles expresivos del arte dramático).
Así, tras un comienzo arrollador en un baile de la Mona (filmado de manera notable, en vivo), el filme avanzará a un ritmo acelerado sin detener nunca su marcha, pese a que la apuesta formal del director sea el plano secuencia y el plano fijo con encuadres amplios, que buscan aprovechar en toda su amplitud el espacio de la pantalla (sobre todo la profundidad de campo). Hay, claro, toda una filosofía detrás de este planteamiento estético, que intenta darle a la ciudad un protagonismo excluyente, pero sin componer postales for export: De Caravana atrapa en su trama y sus adyacencias gran parte de los desvelos de nuestra sociedad, de sus contradicciones, sueños, miserias y virtudes. Todo, con el humor siempre como centro luminoso de la película, un humor que no sólo busca reflejar la idiosincrasia cordobesa sino que tiene una clara función dramática y abarca además a otros referentes cinematográficos (sobre todo Almodóvar), aunque sin volverse nunca una parodia kitsch. Será porque Ruiz tiene también un gran manejo de los géneros, que le permite moverse con soltura tanto en la comedia como el drama o el suspenso, aunque sin perder nunca un gramo de personalidad.