De dioses y hombres

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Un auténtico canto de fe

Una obra de arte, sencilla, auténtica, emocionante, que recuerda en sus momentos de comunión otra maravilla del cine, "La fiesta de Babette" de Gabriel Axel. Grandes actores, expresiva fotografía. Para repensar la vida y el tema de la violencia

Sorprende la aparición de un filme como éste, en una cartelera que, últimamente es nido de tanques de efectos especiales, comedias anodinas y thrillers desorbitados.

Una película sobre el misticismo, la religiosidad, la práctica espiritual que emociona al espectador desacostumbrado a manifestaciones de un nivel como la película de Beauvois.

Basada en un hecho real ocurrido en la década de 1990, durante la guerra de Argelia, "De dioses y de hombres" muestra la vida cotidiana de un grupo de religiosos trapenses franceses, que en una lejana ciudad africana, conviven con la comunidad musulmana, donde prestan algunos servicios de salud y transcurren su vida con sencillez volcados al trabajo de la tierra, el cuidado de los colmenares, la oración y el canto religioso.

LA COMUNIDAD

A la manera de las primitivas comunidades cristianas, la simpleza de la contemplación, el sentimiento de la fe son los necesarios pilares sobre los que cultivan una vida de humildad y sacrificio, donde el renunciamiento a lo material y la certeza de estar en el rumbo indicado, son suficientes objetivos para una vida simple y austeramente terrenal.

Con simples pinceladas, se delinean los caracteres de los protagonistas que se van a manifestar nítidamente cuando grupo extremos guerrilleros comiencen a revolotear como pájaros negros, sobre ese pequeño paraíso con reminiscencias pre cristianas.

Entonces se manifestará el liderazgo de Christian, que dirige la comunidad y establece relaciones con líderes religiosos de la zona, Luc y su serenidad en la atención de los lugareños y las conversaciones vecinales, Christophe y sus dudas ante el surgimiento del miedo. Nada y todo parece cambiar ante esa gota de aceite que comienza a extenderse sobre la paz de la comunidad.

LO PEOR

La advertencia del gobierno local sobre la necesidad de que la comunidad parta antes que algo peor ocurra, la persistencia de los monjes en quedarse, quizás no pudiendo pensar que guerrilleros, a los que también prestaran ayuda médica en otras ocasiones, atenten contra ellos, crean el caldo de cultivo para que la tragedia se desarrolle.

La analogía entre la música de Tchaikovsky en la "última cena" y el renacer más allá de la entrega y el sacrificio (una prodigiosa escena del filme), el silencio en las frugales comidas, los cánticos rituales, la templanza mientras se filtra el miedo ante el posible ataque, o el descenso de aviones que zumban sobre el refugio, son momentos inolvidables de una obra de arte, sencilla, auténtica, emocionante, que recuerda en sus momentos de comunión otra maravilla del cine, "La fiesta de Babette" de Gabriel Axel.

Grandes actores, expresiva fotografía. Para repensar la vida y el tema de la violencia.