Hay películas sobre grandes eventos y películas que capturan un momento, un hecho en particular que pareciera no tener gran relevancia, y que sirven como botón de muestra de algo más grande que no es necesario mostrar. Dentro de las últimas se encuadra “De jueves a domingo”, ópera prima de Dominga Sotomayor que cuenta algo tan simple como unas vacaciones familiares, y ni siquiera eso, sólo el viaje desde el punto de partida hasta el de llegada; eso sí, quizás en el trayecto puede ocurrir una implosión emocional.
Presentada como un film autobiográfico, los protagonistas son dos niños, Lucía y Manuel de 10 y 7 años respectivamente. Ellos viven en la ciudad de Santiago y se dirigen con sus padres al norte de Chile en lo que supuestamente son vacaciones, aunque detrás, desde el comienzo sabemos que hay algo más.
Sotomayor, también autora del guión, se encarga de mostrar lo que hacen estos niños para matar el aburrimiento de un viaje que parece interminable, hacen lo que cualquiera de nosotros hacíamos – o hubiésemos hecho – al emprender viajes largos ( o casi, hay determinadas cosas como viajar arriba del portaequipaje que demuestran alguna anomalía), y de mientras la realidad parece sucederles de costado hasta que choque de frente.
En todo momento hay indicios, Lucía, muy callada al contrario de su hermano, ve a su madre llorando, hay poca comunicación y muy cortante entre los padres, y todo tiene un aire de despedida paternal.
La película transcurre, obviamente, con un ritmo calmo y tranquilo, no hay sobresaltos, aunque sí una cierta tensión que podría hacernos pensar que en algún momento vendrá una hecatombe. Es un film de personajes, de mirada inocente, un gran acierto de Sotomayor, poner el foco en los personajes que no entienden del todo cuál es la situación que los rodea. En este sentido, la elección de los niños es perfecta, tanto Santi Ahumada como Emiliano Freifeld se tragan al film y junto a esto a los personajes adultos que en comparación lucen un poco deslucidos.
También, si hablamos de un viaje largo y con varias paradas, De jueves a domingo indefectiblemente es un film de paisajes, y en este sentido se transforma en cálido aunque algo triste; estéticamente despojado, se muestra la naturaleza en seco logrando una mayor naturalidad en concepto.
Es un film de relaciones, diferentes de acuerdo a las edades y a los roles jugados por cada uno; un film humano e inocente que insinúa más de lo que expone. Tal vez caiga en algunos baches narrativos que hagan decaer el interés, gane la sensación del “nada sucede”; sin embargo, en el conjunto, habrá que estar atento para entender la complejidad de todo lo ocurre.
Es un momento, un punto insignificantes dentro de vidas que pueden tener millones de momentos como estos, y sin embargo hay algo, oculto, no tan intrascendente, que lo vuelve único.
Sotomayor logró una obra personal, casi de descargo, con ciertas imperfecciones, pero sobre todo muy sincera.