Pintores por las calles porteñas
Los artistas plásticos no sólo transitan por las importantes galerías desde donde reciben los aplausos de sus críticos y admiradores. Están, también, en las calles de Buenos Aires, donde, casi anónimamente, trabajan en sus obras. Precisamente este documental fija su óptica en un grupo de pintores que viven en Floresta, en Monte Castro, en Versalles, en Villa Luro, en Villa Real y en Vélez Sarsfield, donde desde sus atelieres imprimen todo el colorido, la nostalgia y la pureza de esos espacios porteños. Estos artistas -algunos de gran renombre, como Antonio Pujía- cuentan aquí sus vidas ligadas al arte y tratan temas como el aprendizaje constante, el legado de sus maestros, la influencia del barrio, sus similitudes y divergencias, las dificultades económicas de la actividad artística y la necesidad de ser queridos.
Éstos son los temas que el director Fernando Romanazzo trató en este film cálido y por momentos emotivo, sobre todo cuando su cámara enfoca esos lugares en los que pintores sin grandes nombres, amas de casa con inquietudes artísticas y jóvenes que dejan sus indelebles marcas personales en murales que adornan esas casas todavía con olor a nostalgia hablan de sus vidas signadas por la vocación de la paleta y de los pinceles. El joven director logró así trasladar a la pantalla grande los sueños y las ilusiones de esos hombres y mujeres que posiblemente nunca saldrán de su anonimato, porque para ellos pintar es un modo de ser felices, de dejar de lado las amarguras diarias, de extraer de su corazón las cosas más sencillas que los rodean todos los días. Bello documental, sin duda, porque está realizado sobre la base de lo humano y de lo tierno, de lo vocacional y de lo sincero. Una música con aire aporteñado acompaña a estos seres que viven para la pintura y no de la pintura, mientras que una fotografía que, como no podía ser de otra manera, refleja con aires de coloridos pinceles estas simples historias con sabor a ternura y a humanidad. Al film se suma Boteros, de Martín Turnes, una radiografía de 20 minutos de duración que relata la existencia cotidiana de esos hombres rudos que, con sus botes, trasladan a los pasajeros en viajes de ida y vuelta desde la isla Maciel hasta la capital en tránsitos que ya van quedando en el olvido barridos por el moderno puente que une esos dos espacios geográficos.