Un hombre es testigo de una violación y en lugar de tratar de impedirla, decide chantajear al violador en este drama de Triviño que podría ser una versión bastante más perversa y narrativamente clásica de GIGANTE, de Adrián Biniez. Es que el protagonista es un grandote que trabaja en una fábrica y también es guardia de seguridad, pero es bastante tranquilo y poco afecto a la violencia. Su sueño es poner un gimnasio y, a la vez, se “engancha” con una chica que atiende un kiosco. Cuando sucede la violación a la chica que le gusta (el villano es el hoy omnipresente Alejandro Awada), prefiere enredarse en un curioso plan para sacarle plata, plata que, supone, será más útil que detener o denunciar al hombre. La situación de ahí en adelante se hará un poco complicada de aceptar para los espectadores, ya que los actos de Juan son vistos de manera acrítica (o eso parece) por el filme. La trama de suspenso de la segunda mitad de la película hace caer bastante los logros formales (de puesta, de narración, de actuación) que tiene la película especialmente en su primera parte.