Cómo hacer brillar historia, intriga e intérpretes
Hace prácticamente un año esta película ganó el premio mayor del Festival de Biarritz, los de mejor director y actor en Huelva, luego el de Cronistas de Cine en Mar del Plata, etcétera. Tardó demasiado, pero al fin se estrena. En pocas palabras, y con pocos elementos pero muy bien tensados, ésta es una de las mejores nacionales que hoy pueden verse en cartelera.
La historia es aparentemente sencilla, pero tiene sus vueltas que nunca dejan de sorprender. Y que hacen que a cierta altura el propio espectador se sorprenda de sí mismo, cuando advierte que no sabe de qué lado ponerse. Para eso primero vemos a un buen tipo, paciente y macizo, objeto de burlas en un oficio que no parece el adecuado para su corpachón. Fisicoculturista, se ocupa del planchado y otros menesteres en una fabriquita textil. Pone la cara en la puerta de algunas fiestas, casi de adorno. Tiene mujer e hija que lo quieren, y un sueño que se le aleja. Pobre gordo, deseamos que algún día la suerte lo acompañe.
Hasta que un día, más bien noche, pasa algo decisivo. Alguien se aprovecha de una kioskera. La escena es fuerte, deseamos que nuestro héroe intervenga. En una película estadounidense lo hubiera hecho. Pero aquí las cosas son distintas. El cerebro de este hombre trabaja de una forma que no podemos discernir de inmediato. Y luego actúa con un plan que no esperábamos. ¿Hace bien? ¿Qué pasa con su moral? Además, ¿está realmente capacitado para llevar adelante sus propósitos? ¿Podrá ser el más inteligente del juego? ¿Y nosotros? ¿Reprochamos su accionar o estamos de su lado? ¿Seguimos queriendo que le vaya bien, verdad?
Esas y otras preguntas van surgiendo, mientras la historia avanza día tras día, con calma pero rápidamente, con un ambiente suburbano que no agobia ni distrae, personajes que aparecen como para sugerirnos algún pasado que pueda tranquilizarnos o inquietarnos del todo, y una tensión creciente, potente, precisa hasta el último plano.
Autor, Gustavo Triviño, prestigioso cámara de multitud de films (entre ellos "Séptimo" y "Tesis para un homicidio"). Por su trayectoria, bien pudo hacerse notar con algunos brillos técnicos de su repertorio. Eligió en cambio hacer que brillen la historia, la intriga, y los intérpretes. En particular el protagonista, que agregó 30 kilos de masa muscular y algo de panza para este papel, el debutante Pablo Pinto, hermano del director Eduardo Pinto ("Caño dorado"). Sorprende la composición de Pablo Pinto, capaz de sostener un duelo de miradas con su antagonista Alejandro Awada, nada menos. Y de hacer totalmente creíble, querible, cuestionable, casi temible, de nuevo querible, etc, a su personaje. Vale la pena.