De martes a martes

Crítica de Rocío González - Leedor.com

Ganadora del premio Ástor de Plata al Mejor Actor (Pablo Pinto) en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, entre otros premios (Huelva, Biarritz), De martes a martes es una muestra del oficio técnico de los realizadores argentinos.

El film nos presenta durante la primera media hora a Juan Benítez en su rutina diaria: ir al gimnasio, comprar en el kiosco dos barritas de cereal, ir a trabajar a una fábrica textil, el hostigamiento de su jefe, comprar golosinas para su hija, llegar a su casa, comer y dormir.

En esta cotidianeidad, el mundo exterior es hostil (básicamente por ser pobre y morocho) y su mundo interior tampoco es pletórico en expresiones: Juan nunca reacciona. Parece ser que lo único que lo motiva es la posibilidad de algún día abrir su propio gimnasio. Esta inacción frente a lo injusto es justificada por el hostigamiento del entorno social.

Así, el film va construyendo una empatía con el espectador, que llegando a la hora de película se quiebra rotundamente: una violación y la reacción de Benítez frente a esta atrocidad hacen sentir al espectador que fue hábilmente manipulado por Fernández Triviño. Benítez se debate entre la cuestión moral y aprovechar su situación de poder para beneficio propio.

Y en este sentido, se nota el oficio de técnico que posee su director Gustavo Triviño. Ninguna información está de sobra, todo aporta al sentido del film. La escena de la violación, lejos de jugar con el morbo de la violencia pone el foco en lo que le sucede a Benítez al mirar el hecho.
“De martes a martes” es otra muestra del talento y el oficio que posee el cine nacional, con actores de la talla de Awada, Valenzuela y Pinto, y de técnicos como Triviño.