Una temática que viene frecuentando el cine argentino es la del mundo femenino donde los hombres no cuentan porque no están, por su escasa presencia y aporte, o bien desechados por violentos. Desde el extremismo propuesto por Albertina Carri en Las hijas del fuego (2018), hasta el vínculo circunstancial que surge en Vergel (Kris Niklison – 2017) producto del destino, las mujeres dominan la escena y salen adelante sin la necesidad del sexo opuesto. En la ópera prima de Romina Paula, De nuevo otra vez, los hombres son casi prescindibles. La pareja de la protagonista es una remota voz en el teléfono, un fantasma, en tanto que el alumno que compone Pablo Sigal, no quiere asumir ningún tipo de responsabilidades o compromisos fuertes en cuanto al amor, debido a un próximo viaje a Europa.
Romina retorna al seno familiar con su pequeño hijo Ramón en un impasse en su relación con Javier (Esteban Bigliardi). Allí encuentra a su madre que la recibe con los brazos abiertos, dichosa de poder disfrutar el día a día con su nieto y hablarle en alemán. En ese nuevo entorno, Romina comienza a dar clases de idiomas, se conecta con sus amigas de soltera e intenta nuevas búsquedas. El film transcurre en una meseta, si bien hay conflictos como la separación temporal, todo sucede en un clima cálido sin picos emocionales, en un ambiente calmo como en el reciente estreno Doubles Vies de Olivier Assayas (2018). Son las nuevas formas de lidiar con conflictos amorosos, nadie se rasga las vestiduras, los usos y costumbres han cambiado.
El film también se inserta en las diferencias generacionales para centrarse en ese grupo que ronda entre los treinta y cuarenta años, para compararlo con el de sus padres y sus abuelos. Romina hurguetea en el baúl de los recuerdos con viejas fotos familiares y allí surgen esas diferencias. Sus abuelos y sus padres venían a un mundo simbólico que estaba previamente constituido, donde los hijos eran determinados por aquellos deseos e ideales de los padres. La educación, la religión y hasta en algunos casos el casamiento eran previamente definidos.
Era casi imposible o mal visto desviarse de ese rumbo, renegar la religión impuesta o cambiar la orientación sexual, no figuraba en los cánones de la sociedad de antaño. En De nuevo y otra vez, la protagonista explora su sexualidad sin tapujos, habla con un extraño (Sigal) de su separación con total confianza, no se siente afligida o presionada por la educación de su hijo. Los mandatos ya no existen, han quedado atrás.
Romina, la intérprete, tiene resonancias con el personaje referencial de Fauna, pieza de teatro homónima de la directora. “Fauna leía mucho Rilke” dice María Luisa en la obra teatral, y en el film Romina recuerda al poeta leyendo uno de sus versos, mientras la cámara recorre con lentitud los rostros de unas invitadas (elenco amateur) logrando atractivos primeros planos. Párrafo aparte para la actuación de Mónica Rank (madre de Paula en la vida real), la abuela siempre dispuesta, que según el personaje que compone Mariana Chaud “es la abuela que todos quisieran tener”. Pese a no ser una actriz profesional, su actuación derrocha frescura y espontaneidad, incluso resuelve muy bien aquellas escenas en que se terminan los diálogos y la cámara mantiene el plano donde solo los gestos y la mirada continúan la acción.
El director Campusano acostumbra a componer sus elencos con actores no profesionales. Los altibajos son notorios como en su última realización Hombres de piel dura (2019), en la cual la actuación de dos sacerdotes movía a la risa por su esquematismo, y casi tiran por la borda el drama sobre la pedofilia en el conurbano. Nada de eso sucede con Mónica Rank, la naturalidad expuesta en cada una de sus intervenciones está a la altura del elenco profesional.
Paula, prestigiosa actriz, directora teatral y escritora, debuta detrás de la cámara con un novedoso ensayo sobre la maternidad, su resignificación, en un presente donde los valores, las expectativas y las prioridades determinan las nuevas conductas. Valoración: Muy buena