Aunque inseparables, Abril y su madre, Mado no pueden ser más diferentes. La hija, de 30 años, está casada, trabaja y es organizada, a diferencia de su madre, que a sus 47 años sigue siendo una eterna adolescente sin preocupaciones, dependiente de su hija desde su divorcio. Pero cuando las dos se quedan embarazadas al mismo tiempo y bajo el mismo techo, el choque es inevitable.