Lazos de familia en tela de juicio
A lo largo de su filmografía, Koreeda Hirokazu somete a discusión los vínculos inter generacionales. La pertenencia a un hogar, a partir de una revelación, se debate entre los mandatos que se imponen desde la ley de la sangre y el amor.
De su realizador, nacido en Tokyo en 1962, conocemos muy poco, a pesar de que en los últimos años se han estrenado, sin difusión alguna, Nadie sabe y Un día en familia, del 2006 y 2008, respectivamente. Desde algunos de sus títulos, lo que se manifiesta es que, en la filmografía de del director Koreeda Hirokazu, son los vínculos familiares y generacionales los que se someten a discusión.
Y si en el tan recordado film de Lorraine Levy, El otro hijo, con Emmanuelle Devos y Pascal Elbé, lo que asomaba en el relato era la situación del hijo cambiado, en el momento de su nacimiento en un espacio hospitalario; en un territorio de rivalidades políticas, culturales y religiosas, como lo determina el conflicto palestino israelí (ver en I Sat, hoy, a las 22 hs., Out in the dark, de Michael Mayer, en torno al amor homosexual); ahora en De tal padre, tal hijo esa situación de pertenencia al grupo familiar, al hogar, a partir del descubrimiento, la revelación, de una verdad, se debate entre los mandatos atávicos que se imponen desde la ley de la sangre y lo que trasciende desde el sentimiento de amor.
No hay polarización en este film, premiado en Cannes 2013 por el Gran Jurado, respecto de las figuras parentales. Sí matices en sus conductas y contradicciones. Y todo se va desplegando en un clima de incertidumbre, marcado por un tiempo dilatado de esperas, de luces bajas y aletargados silencios. Una atmósfera que hace blanco en la mirada de esos niños, que deberán a jugar ser otros, desde ciertas renuncias e imposiciones. Esos niños que estuvieron marcados por una situación injusta, que se irá develando en el juzgado.
El film nos va planteando numerosos interrogantes, los que a su vez desencadenan otros. Todo se va construyendo frente a nosotros, desde la vacilación. Y en tal caso, son las voces de las mujeres, particularmente las mayores, las que lucen canas, las que se hacen cargo de los mismos, las que los hacen circular frente a sus hijos; ahora padres de estas criaturas que se comienzan a sentir desorientados, no queridos, desplazados, por ciertas leyes que no contemplan el amor construido.
Entre la ternura de esos niños que buscan ser reconocidos, que no pueden comprender la ley de los mayores, las ocasionales notas de humor que surgen de sus apreciaciones, los contrastes de clases sociales con sus propias particularidades; las palabras, devueltas como preguntas que nos alcanzan, la recuperación de vocablos como responsabilidad, el film de este notable realizador nos lleva a conmovernos, de manera sincera, reafirmando la expresión del film de Vittorio De Sica, Los niños nos miran, de 1944.