Film que desaprovecha a su personaje
El título es simpático. El subtítulo, "Tres años que conmovieron al Gonza", poco menos que conmueve al espectador. Pero la película, extensa, dispersa, desperdicia a su personaje y no llega al corazón. Por suerte, despierta el interés del público y brinda una nueva mirada sobre la gente de la calle, la educación para adultos, y el sentido de integración social, tal como lo viven, en forma concreta, diferentes personas.
El Gonza es un joven macizo, de voz firme. Dice que fue criado por una familia desamorada. Una noche se mandó mudar sin mirar atrás. Un amor frustrado lo llevó al consumo de pastillas. Siente bronca consigo mismo porque no tiene nada que ofrecerle a la chica que le gusta. Alardea de algunas viejas peleas. Disfruta leyendo páginas policiales y comprobando sus avances en matemáticas. Nos muestra su casita burdamente levantada en un baldío "retranquilo". Vemos su quehacer cotidiano. Con ejemplar amabilidad se ofrece a lavar un auto. Luego lo veremos avanzar un poco en la vida, laboral y sentimentalmente. La escuela tiene bastante que ver en eso.
La escuela es la municipal del bachillerato para adultos, turno tarde, que funciona en la Cooperativa Maderera Córdoba, de Av. Córdoba entre Gallo y Agüero. Los profesores hablan de "construir un espacio político educativo, no una escuela", promueven asambleas hasta para discutir si se puede fumar en el patio, y de paso enseñan lo que indica el programa. El bachillerato para jóvenes de hoy no es como la vieja escuela nocturna de cinco años, pero igual cuesta. Unos se enganchan, otros abandonan. La película retrata fugazmente a varios de ellos. El Gonza se pierde un poco, pero al final se recibe, ya lo dice el título, y eso espera el público. También la sociedad, aunque ignore su existencia.