La producción narra la historia de Joe Warr (Clive Owen), un exitoso periodista deportivo, especializado en tenis, casado con Katy (Laura Frasser), su segunda esposa, madre de uno de sus hijos, Artie (Nicholas Mcanulty), quienes viven en Australia una existencia casi perfecta, de amor y dulzura, conformando una familia plena. Todo esto cambia cuando a Katy le descubren un cáncer, a cuya consecuencia muere en muy poco tiempo. El hecho tan imprevisto le cambia la vida a Joe, quien de pronto se ve obligado a asumir el rol de padre de tiempo completo. A esta circunstancia se suma el arribo repentino desde Inglaterra de Harry (George MacKay), su hijo de 14 años producto del primer matrimonio, radicado en Londres junto a su madre, Su llegada se debe a la vivencia londinense poco feliz, lo que lo impulsó a buscar una respuesta por parte de su padre respecto al por qué lo abandono siendo muy pequeño, dejándolo con su madre para emigrar a Australia donde conformó un nuevo núcleo familiar del que es producto un medio hermano.
Para llegar a un equilibrio muy deseado, Joe tendrá que superar numerosos obstáculos y situaciones conflictivas, para finalmente comprender las necesidades afectivas y humanas de Artie y Harry, reestructurar sus vidas, desde la suya propia, a fin de emprender una nueva integración familiar.
Un relato dramático, que por momentos bordea el melodrama, trasunta la sensibilidad del guionista y del realizador para abordar con ternura un planteo donde están en juego los problemáticos vínculos y convivencias, siempre latente, entre padres e hijos. Conmovedora y emotiva realización, con apropiados toquecitos de humor que apuntan a distender las persistentes tensiones dramáticas. Un buen plantel de intérpretes cubren apropiadamente los distintos personajes, destacándose el trabajo de Clive Owen. La atinada dirección Scott Hicks se apoyó, además, en muy eficientes equipos técnicos.