Si usted busca a actores de calibre – gente camaleónica que puede asumir cualquier rol de manera perfecta -, tiene que irse a Gran Bretaña. Ahí va a encontrar tanto intérpretes de alto rango como gente gritona, perfectos para personajes de autoridad y formados en el teatro shakespeareano. En cambio si va a Estados Unidos sólo se topará con estrellas: tipos que no siempre son buenos actores pero que poseen un carisma sobrenatural que les permite apoderarse de cualquier escena en la que aparezcan, individuos cuya presencia la gente reclama a los gritos… y que han perfeccionado un único y específico papel por el cual son populares. Humphrey Bogart siempre hizo de Bogart; a Christopher Walken solo le pedimos que haga sus Walkeniadas habituales; Jack Nicholson tuvo el privilegio de triunfar en dos campos: el de loco chiflado y el de loco malo y peligroso. Encasillados en sus personalidades cinematográficas estos individuos triunfarán (y harán una carrera de ello) si logran mantener frescos sus alter egos de ficción, evitando que la gente se canse de ellos.
Mucho de eso es lo que ocurre con Deadpool 2, secuela del vehículo cinematográfico que sacó a Ryan Reynolds de las ligas menores y lo volvió una estrella super taquillera. Ahora se ha vuelto imposible distinguir al actor del personaje y, cuando uno ve una comedia standard de Reynolds (de los últimos tiempos como Duro de Cuidar), se trata simplemente de ver a Deadpool sin su traje rojo. Ciertamente es una personalidad encantadora y super graciosa pero… ¿durante cuánto tiempo mas podrá seguir vendiendo lo mismo?.
Pero si Reynolds corre por el filo del peligroso estigma del encasillamiento, al menos en su favor hay que argumentar que en Deadpool 2 ha pulido su personaje hasta el límite de la perfección. Sigue siendo gracioso, zarpado y plagado de chistes cínicos y autorreferenciales, pero aquí Reynolds le ha agregado un costado impensado: Deadpool tiene corazón, y uno que es mucho mas sensible de lo esperado. Cuando una misión queda incompleta y los esbirros encuentran la casa de Wade Wilson y arrasan con ella – incluyendo a su amada novia Vanessa (Morena Baccarin) -, nuestro amado antihéroe queda desolado. Y uno se entristece con él.
Si Deadpool 2 se siente superior al filme original es porque es mas tridimensional y está mejor actuada, y ése merito le cabe tanto a Reynolds (que oficia como guionista) como al director David Leitch, el mismo de la primera John Wick y de Atómica, y el cual sabe hacer una pausa en medio del destripe, la locura y los chistes para poner un puñado de secuencias altamente emocionales. Es que nos hemos enamorado del payaso sanguinario y su vida sentimental nos importa. Y cada encuentro onírico con su amada Vanessa – donde le va dando las pautas de cómo puede seguir viviendo sin ella – está armado con mucha sensibilidad. A final de cuentas Deadpool 2 no es la historia de un sicario de humor desquiciado combatiendo a un hombre biónico que viene del futuro, sino la crónica de un tipo que perdió todo, lo recuperó y volvió a perderlo. Es dificil ser depresivo e inmortal porque las reglas del suicidio no se te aplican. En todo caso Deadpool 2 es la crónica de la búsqueda de afectos que te hagan sentir vivo cuando ya no te queda nada. Como ocurría en Guardianes de la Galaxia, es hora de formar una familia de cualquier tipo, aunque sea con una galería de fenómenos que al menos te tienen gran aprecio y se preocupan por vos.
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Por lo demás Deadpool 2 es el mismo delirio de siempre. Hay toneladas de bromas de superhéroes, guiños cinematográficos y chistes fuera de lugar. Hay menos locura y mas acción, y el filme se siente mas medido y maduro. Por otra parte el villano está mucho mejor definido que “el inglés con risa malévola” del primer filme. Acá el cast actúa y le pone una ganas tremendas: desde la horrible causa perdida de Cable (Josh Brolin tiene tiempo de sobra para ser sensible y badass al mismo tiempo) hasta el pibe que puede lanzar llamas con las manos (el delicioso Julian Dennison, el cual tiene un rango formidable para la comedia y el drama) que viene a usar sus superpoderes contra aquellos que lo han torturado por ser diferente y amenaza con convertirse en el futuro exterminador de toda la humanidad. Cuando un adulto daña a un niño, no sólo está arruinando la vida de un inocente sino que está dando a luz a un monstruo que prolongará la cadena de daño perpetuo con la generación siguiente.
Deadpool 2 me pareció una película genial, y me gustó mucho mas que la primera. La original era una avalancha de chistes zarpados que parecía salida de la revista MAD; acá el personaje está mucho mas maduro y mejor construido, y hasta tiene una causa noble para defender que permite redimirlo. Y si Reynolds quiere ser Deadpool toda su vida me parece bien, siempre que lo haga con la altura (y la gracia) que termina demostrando en esta ultima entrega.
PD: no se pierdan los créditos finales, no sólo no tienen desperdicio sino que tienen los mejores gags de la franquicia hasta ahora.