La película en chiste
Por donde se la mire Deadpool 2 (2018) representa una mejora astronómica para el incipiente serial cómico de Fox. La primera parte batió récords allí por 2016 como la película “apta para mayores” más taquillera de la historia pero formalmente fue poco más que una prueba de campo, un demo conceptual con una personalidad llamativa en el cual la historia (un enorme flashback carente de interés) había sido lo último en ser pensado.
La secuela por otra parte tiene forma de película, y a la vieja usanza de los grandes estudios ha sido pensada en clave megalómana (más larga, más cara, más violenta, más de todo). La ironía es que por más alarde que haga Deadpool 2 sobre su propia irreverencia, la trama sigue un esquema harto clásico para el género de superhéroes: comienza con una tragedia, el protagonista se replantea su identidad, adopta una misión, arma un equipo, el equipo se convierte en una familia postiza y juntos terminan peleando por el bienestar del mundo.
La realidad es que la serie no es ni la mitad de transgresora de lo que se cree y a menudo desperdicia la carta blanca de la creatividad en meter sangre y profanidad donde Disney normalmente no permitiría. Debajo del filtro de la violencia y las malas palabras yace el calco del mismo tipo de película que Deadpool 2 pretende criticar: la misma estructura, la misma moral.
“Esa es la parte negativa de la crítica,” diría Deadpool, que posee el emblemático don de romper la cuarta pared. Esencialmente una caricatura sadomasoquista, morbosamente consciente de su rol en una película protagonizada por sí mismo, Deadpool se balancea en la fina línea que separa lo gracioso de lo molesto con mayor y menor éxito. El chorro de referencias pop se vuelve agotador (y mucho menos efectivo al contrastar lo que dicen los personajes con las traducciones pobremente localizadas que ofrecen los subtítulos, ej. reemplazar a Dave Matthews con Arjona) y la película tiene la manía de repetir sus chistes ad nauseam: la balada romántica toca en el momento inadecuada, Deadpool acusa a los guionistas de perezosos, se reciclan los chistes sobre las carreras de Hugh Jackman y Ryan Reynolds, etc.
Deadpool 2 es más graciosa e ingeniosa cuando los guionistas se dejan llevar por la corriente del inconsciente y llevan la película a sitios más surrealistas, rebuscados, imposibles de procesar en la pantalla sin reírse de lo ridículos que se ven. Los chistes “porque sí”, que en definitiva son lo que definen la naturaleza imprevisible y despreocupada de Deadpool: presentar los créditos iníciales como una coreografía hipnótica a lo James Bond, sacrificar una generosa porción del elenco a muertes tan caprichosas como las de la serie Destino final, alargar innecesariamente el monólogo de un moribundo o darle al héroe las piernas de un bebé durante una de las escenas más dramáticas de la película. Cuanto más bizarra se pone la película, mejor.
El otro gol de la secuela son las interacciones cómicas que Deadpool tiene con colegas considerablemente más serios que él, pero cada uno con una personalidad distinta. Regresan los X-Men Coloso, que quiere reformar a Deadpool cual Boy Scout, y Negasonic, que lo detesta. Se suman Cable (Josh Brolin), un amargo cyborg que ignora las payasadas de Deadpool y Domino (Zazie Beetz), con el poder de tener buena suerte y salir bien parada y optimista de cualquier situación. Son personajes divertidos y una alternativa refrescante al típico sarcasmo del superhéroe de Marvel.
La película ha sido dirigida por David Leitch, “uno de los dos tipos que mató al perro en Sin control”, así que la acción está en buenas manos. Es entretenida, quizás un poco larga como para mantener exitosamente su fingida actitud de irreverencia, y bastante graciosa cuando no se está repitiendo y se anima a ser más ocurrente. Pero hay algo medio hipócrita en el fondo, sobre un estudio que con una mano hace chistes sobre los X-Men (“una metáfora obsoleta sobre el racismo,” según Deadpool) mientras que con la otra prepara cinco, diez, veinte nuevas películas en la serie. Por no mencionar el contradictorio mensaje sobre matar desinteresadamente pero nunca pasionalmente. Culpo a los guionistas. Deadpool mencionó que eran perezosos.