Irreverencia y desfachatez de un personaje que invita a reirse de todo
Sin dudas de todo el universo Marvel ésta era una de las secuelas más esperadas. Hace dos años la irrupción en pantalla grande de “Deadpool”puso sobre el tapete no sólo la discusión sobre lo esquemático de los superhéroes, sino también de la conveniente barrera moral que los atraviesa en función de lograr una calificación ATP en las salas del mundo. Claro, todo al revés e hilarantemente contradictorio de lo que se supone lógico sólo podía salir de la mente de un argentino. Pues bien, el personaje creado por Rob Liefeld y escrito por el porteño Fabián Nicieza sale una vez más al cruce de todas las convenciones.
“Deadpool 2” retoma todo lo dejado por su antecesora y redobla la apuesta en todos los rubros del guión. Relato en off, humor negro (negrísimo a veces), crítica ácida a la historieta, a Marvel (en conjunto con su competidora directa DC Cómics), a sus respectivas adaptaciones, y desde ya una verborragia exacerbada con la consecuente ruptura de la cuarta pared, haciendo cómplice, compinche y amigo, al espectador. El factor sorpresa con el que contaba la primera no deprime en absoluto a este estreno poque quién se acerque al cine a verla irá a buscar más de aquella propuesta con lo cual no se espera “sorpresa” alguna.
Dolido por la muerte de su novia, Wade Wilson / Deadpool (Ryan Reynolds) quiere matarse a toda costa y de la manera más dolorosa posible, sin conseguirlo, claro. Mientras, desde este presente (llamémoslo explosivo) nos retrotrae seis meses en el tiempo para que entendamos porqué arrojará un cigarrillo dentro de un tanque de nafta con él acostado sobre el mismo. Ese flashback servirá para ajustar algo más la historia del personaje y su dolor por el asesinato de su novia (la bella Morena Baccarin).
Desde ese momento, dos subtramas se van desprendiendo para converger mejor en el tercer acto: por un lado, está Russell (Julian Dennison), un chico mutante, gordito y bastante resentido (razones le sobran) con el director del correccional de menores mutantes (disfrazado de instituto). Por el otro, Cable (Josh Brolin), un soldado del futuro que, emulando a Terminator, viene a liquidar a alguien que influirá para una debacle total. No faltarán los aliados de X-Men, a los que Deadpool entra a regañadientes como “aprendiz”, y tampoco un sinfín de referencias, situaciones y gags bien construidos que harán delirar a los fanáticos.
El guión de Rhett Reese, Paul Wernick, y el propio Ryan Reynolds, no deja lugar a dudas: al igual que la primera, ésta es una comedia satírica sobre los superhéroes apoyada en la tremenda personalidad de uno de ellos que no se declara como tal. Al contrario, desde la construcción en el texto es, en el mejor de los casos, un antihéroe.
La factura técnica es impecable en todos los rubros, y hasta se deja llevar por la creatividad del humor ácido que maneja el guión. En todo caso podría achacarse un abuso de algunos recursos narrativos, pero para cuando esa sensación llegue a algunos espectadores menos fanáticos la película habrá logrado su cometido de entretener y sacar una buena dosis de carcajadas. Deadpool es irreverencia y desfachatez en estado puro de un personaje que invita a reírse de todo.