Sin duda alguna no fue fácil hacer una secuela a la altura de la primera entrega de la adaptación fílmica de Deadpool, el mercenario jocoso y parlanchín interpretado por Ryan Reynolds.
En 2016, Deadpool resultó una gran sorpresa y se consagró como uno de los más exitosos referentes de las películas de Marvel Studios, en el tándem de franquicias de los X-Men de 20th Century Fox (aunque ahora todo es propiedad de Disney). La película de Tim Miller resulto ser la primera adaptación de un popular personaje del mundo del comic mainstream en ser calificada como R / mayores de 17 años en los Estados Unidos, algo hasta entonces jamás pensado en una película de superhéroes. A pesar de esta restricción, Deadpool supo consagrarse como una de las producciones más rentables de aquel año. Por este motivo, FOX se encomendó a correr el riesgo de no tener miramientos, ni reserva alguna con Logan (2017), la emotiva despedida de Hugh Jackman y Wolverine, también calificada como Rated-R en los Estados Unidos.
Aquella visión inicial de Tim Miller y Ryan Reynolds, fue recibida con unánime entusiasmo por la crítica y público en general. Pero las desavenencias creativas que implicaban abordar una secuela directa hicieron que el director Tim Miller no formara parte de la actual producción. Por lo que este segundo episodio está a cargo de David Leitch (John Wick y Atomic bonde), tomando las riendas de la dirección, consolidándose al otorgar a este implacable e intrépido bufón de las viñetas Marvelitas una idónea adaptación que se propone subir la apuesta de su predecesora: desafiando las probabilidades, la franquicia rompe el molde de la historia original y crea algo totalmente nuevo para Deadpool 2, manteniéndose fiel al personaje y ampliando su sensacional y delirante universo.
Después de una primera película avocada a una historia de origen, que supo eludir fórmulas y convencionalismos, Deadpool vuelve más hablador, delirante y violento que nunca. Por demás dispuesto a romper la cuarta pared con la misma inteligencia y desfachatez que hace dos años.
Ahora Wade Wilson/ Deadpool busca equilibrar su oficio como delirante super-antihéroe, su pareja con Vanessa (Morena Baccarin) y un delirante entorno de amigos. Pero aunque Deadpool sea un vulgar y divertido payaso, como el mismísimo Spider-man, se dará cuenta que los grandes poderes implican grandes responsabilidades: cuando un viajero del tiempo, llamado Cable, interpretado por el siempre magistral Josh Brolin, llegue al presente encomendado a la terrible misión de cobrarse la vida de un adolescente mutante dotado del potencial de poner en peligro la existencia de humanos y mutantes en el futuro. Entonces Deadpool tomara partido, decidido a hacer todo lo posible para proteger al muchachito… Esta vez, contando con un poco de ayuda.
La primera entrega se dedicó a esclarecer que siendo también un mutante, Deadpool, mantiene una relación por demás ambigua con los populares X-MEN. Por lo que la trama le permite desarrollar un universo que es realmente específico para el personaje, ofreciéndole un círculo más amplio, dado que la película se encomienda a la génesis de la formación de la X-FORCE: un grupo de mutantes radicalizados, que difiere en su metodología con los X-MEN, siendo sumamente extremos y provocadores en sus métodos.
Ryan Reynolds, siempre inquieto y multifacético, heredero del humor y elocuencia que en la década del ochenta perteneció al recordado Chevy Chase, es el actor ideal para encarnar al mercenario invulnerable. Reynolds, siempre involucrado con el personaje, resulta un apéndice en cuerpo presente de la cínica paleta de emociones que el personaje manifiesta en las viñetas.
Josh Brolin, como Cable/Nathan Summers, consagra otra victoriosa interpretación de un personaje de Marvel después de su tremenda actuación como Thanos en el mega-éxito de taquilla Avengers: Infinity War (2018). Cable, el estoico y malhumorado viajero del tiempo, en manos de otro actor hubiese resultado una mueca de Clint Eastwood -medio cyborg- en plan fantástico. Pero la pericia de Brolin, encuentra la vuelta de tuerca ideal para la comedia en el gesto adusto y hastío del personaje, tal como años atrás lo hiciera como un jovial reflejo de Tommy Lee Jones en Men in Black 3.
En cuanto a los roles secundarios, destacamos la actuación de la actriz Zazie Beetz (a quien vimos en series como Atlanta, Easy) como Domino, una heroína mutante manipuladora de la suerte, resultando sumamente genial en su tiempo en pantalla, manteniendo una elocuente química con Brolin y Reynolds, dándole al delirante Deadpool una antítesis serena y por demás irónica.
Con Colossus (Stefan Kapičić) y Negasonic Teenage Warhead (Brianna Hildebrand), los X-Men vuelven a estar presentes en plan de llevarse a rastras a Deadpool por la buena senda… de maneras únicas. En tanto Julian Dennison (Hunt for the Wilderpeople. 2016), aporta todo el desenfado al joven mutante, que no podrá eludir el acecho del implacable Cable en su misión por salvaguardar el futuro de las especies.
La trepidante acción y comicidad dará lugar a presentar una formación de la X-FORCE, integrada por Terry Crews (Brooklyn Nine-nine) como Bedlam, Lewis Tan (Into the Badlands) como Shatterstar, uno de los más emblemáticos personajes de la década del 90 en Marvel Comics, además de Bill Skarsgård, lejos de la siniestra mueca de Pennywise (IT) como Zeitgeist, y Rob Delaney como Peter… Si, crean que vale la pena verlos a TODOS en acción.
Deadpool 2 se burla de las películas de superhéroes y de sí misma, estando brillante e ingeniosamente calibrada con hermosas secuencias de acción en astuta mixtura con el humor más desenfrenado. Esta segunda entrega se vale de todo el meta-cine de género superheroico y cultura pop que el público pueda registrar: aludiendo a personajes, actores, directores, producciones y eventos. Aunque algunas referencias no sean del todo transparentes para el espectador promedio, se disfrutan de sobremanera, sin riesgo que esto se convierta en una producción potencialmente más sectorial para fanáticos de los cómics. Deadpool 2 es una celebración que se vale de toda la pirotecnia del género fantástico y comicidad, desde los títulos de apertura, hasta la que puede considerarse como la mejor escena de poscrédito de la historia.
¡Máximo Esfuerzo!