Lector estimado: usted sabe que las películas de gran espectáculo de los últimos años son una especie de fórmula repetida, donde lo mejor que se puede encontrar (salvo excepciones) es que el director cree personajes que generen empatía y las secuencias creadas dentro de una PC sobrealimentada generen algo de nervio en el espectador. Es muy difícil criticar este cine porque quizás -quizás- no sea realmente cine. Y quizás la única manera de tomárselo como corresponde es que aparezca un personaje como Deadpool, desde adentro del asunto, a hacer con la violencia superheroica lo que Groucho Marx -el personaje al que más se le asemeja, créase o no- con los lugares comunes de Hollywood. Esta secuela es mejor que la original en llevar lo absurdo a niveles que solo el mejor cartoon logró. Digamos: el superpoder de uno de los personajes es simplemente tener buena suerte, que es algo así como lo más completamente delirante -y lógico al mismo tiempo, y descarnado- que puede haber en el género. Josh Brolin como el enemigo/amigo Cable està enormemente gracioso haciéndose el serio, casi parodiando a su Thanos de Avengers. Y Ryan Reynolds demuestra que siempre quiso ser un actor cómico al que la cara de galán le estropeaba la vocación. Si Paul Rudd es Cary Grant, Reynolds es Jerry Lewis. Esto tampoco se sabe si es cine, pero es muy gracioso. Es difícil decirle, de paso, cómo gozar este film sin “spoilers”: por las dudas, quédese hasta el final de los títulos.