Ya hablamos infinidad de veces sobre la saturación de la oferta de películas basadas en superhéroes y cómics. Por lo tanto, resulta redundante y algo tedioso seguir teorizando sobre el valor artístico de estos productos, ya que, aparentemente, y por cómo va mutando la industria cinematográfica, estos films llegaron para quedarse, al menos por un tiempo prolongado. Es por ello, que debemos juzgar y considerar a estas historias como relatos cinematográficos de mayor o menor calidad narrativa, como con cualquier otro tipo de producto audiovisual, más allá de su gran parecido con las antecesoras y posiblemente con las sucesoras.
En 2016 se estrenó “Deadpool”, y quizás marcó un quiebre en el género, ya que nos ofreció un relato distinto a lo que estábamos acostumbrados. Tal vez esto sea por las características intrínsecas del protagonista, un mercenario charlatán, bromista, transgresor y meta-consciente, que interactúa con el espectador al mismo tiempo que sabe que es un personaje de ficción. Un antihéroe querible que propone un entretenimiento atípico y donde las dosis de humor están mucho más justificadas que en las producciones de Marvel Studios, debido a que el largometraje no se toma tan en serio a sí mismo y por esa tendencia a romper la cuarta pared.
Dos años después recibimos a su secuela, como era de esperar de un producto tan exitoso, y podemos decir que el resultado es positivo más allá de que quizás nos falta esa sorpresa que nos generó la primera parte. Aquí todo nos resulta familiar, ya conocemos al protagonista y a los personajes secundarios que lo rodean. Por lo tanto, se nos empieza ofreciendo más de lo que ya vimos en la parte anterior. No obstante, después de un comienzo algo familiar (incluso desde la secuencia de créditos ya emulan al primer film) y un poco atropellado, somos testigos de lo que debe brindar una secuela de un producto que busca el mero entretenimiento del espectador, ofrecer MÁS de todo. “Deadpool 2” nos entregará más acción, más violencia, más gags ingeniosos uno detrás del otro (a veces al límite de la tolerancia, más allá de que la mitología del personaje y de la diégesis lo permiten), más personajes atractivos, entre otras varias cosas.
Lo interesante del film es que uno, al ver tantas películas de este estilo, se va familiarizando con los clichés narrativos de las historias de origen, las secuelas y las dinámicas de grupo de los superhéroes que trabajan en conjunto, y “Deadpool 2” muchas veces evita esos lugares comunes y te descoloca por medio de gags hilarantes que pueden ser provocados por situaciones inesperadas, muertes a granel y otras tantas yerbas. El espíritu paródico, irreverente y subversivo del personaje y de la cinta en general, la vuelven por momentos (seamos realistas es prácticamente imposible lograrlo en su totalidad) impredecible.
El largometraje cuenta la historia de Wade Wilson (Ryan Reynolds), quien, tras los eventos de la primera parte, lleva una vida “tranquila” que mezcla los trabajos de mercenario/asesino a sueldo con el noviazgo que mantiene con Vanessa (Morena Baccarin). Tras un incidente que pondrá en peligro su vida familiar, nuestro antihéroe se verá obligado a reunir a un grupo de héroes improbables (X-Force) para hacerle frente a Cable (Josh Brolin), un soldado que viene del futuro para matar a un niño mutante.
Los grandes aciertos (y momentos) de la cinta residen en el carisma de Ryan Reynolds, ya afianzado como Wade Wilson/Deadpool, y su dinámica satírica que se contrapone con la seriedad del personaje de Cable. Las interacciones que tienen estos dos protagonistas más el de Domino (Zazie Beetz), hacen que esta secuela tenga algo más que su predecesora. A esta galería de roles improbables se suman otros más que tendrán menos peso pero igualmente cooperarán con sus dpsis de humor. En la química entre sus actores, la creatividad en la escritura y la habilidad de David Leitch (“John Wick”) para dirigir las escenas de acción, hacen que “Deadpool” sea un cóctel infalible para los fanáticos del personaje.
Quizás en las cosas que dejaron un poco que desear, se ubique el CGI que por momentos se torna algo caricaturesco pero que igualmente cumple por el verosímil que maneja el relato. Si bien es una película de gran presupuesto, “Deadpool” cuenta con recursos económicos más limitados que sus pares de Marvel. Otro aspecto infortunado de la producción está presente no en la película en sí, sino en el subtitulado del largometraje, ya que muchas expresiones anglicanas o referencias culturales fueron “latinoamericanizadas”, haciendo que se pierdan muchos de los chistes o se vuelvan directamente desentonados e incluso arruinando el momento.
“Deadpool 2” resulta ser un gran divertimento que se benefició de un argumento un poco más desarrollado que en su predecesora, de un guion autoconsciente y bastante perspicaz, una galería de personajes atractivos (aunque los destacados de la entrega pasada quedan más relegados), la capacidad y el histrionismo de Ryan Reynolds, y una dirección inspirada de Leitch, donde se nota su talentoso pasado como coordinador de dobles y coreógrafo. Ahora bien, no esperen ver algo novedoso u original como en el primer film, ya que se repetirán varias fórmulas del mismo. En definitiva, no se tomen la película tan en serio ya que ni ella, ni Deadpool lo hacen.
Bonus Track: Quédense a ver las escenas postcréditos que son de las mejores que nos ofrecieron este tipo de películas.