Un héroe tan querible como incorrecto
En la segunda parte de la saga, Wade Wilson (Ryan Reynolds) se encariña con un adolescente y debe evitar que cometa una locura.
La segunda parte de "Deadpool” comenzó a tomar forma mientras rodaban la primera. Si bien fue un juego entre los productores y el protagonista, Ryan Reynolds, maquetar a ciegas sin saber si el primer filme tendría éxito, se traduce hoy como un gran acierto porque la secuela mantuvo una intención fresca, con el mismo nivel de humor, pero que evita copiarse a sí misma pues no se valió de la "fórmula ganadora".
La acción comienza desde los primeros minutos, y el humor negro y absurdo, desde los créditos iniciales. Wade Wilson -nombre real de Deadpool- se encariña con un adolescente y debe evitar que cometa una locura de la que podría arrepentirse.
El problema es que para lograrlo deberá enfrentarse a Cable (Josh Brolin) pues quiere destruir al mismo que él quiere defender. Para su nueva tarea, armará su propio grupo de mutantes contratados: Domino (Zazie Beets), Zeitgeist (Bill Skarsgaard), Bedlam (Terry Crews), Shatterstar (Lewis Tan) y Peter (Rob Delaney), todos con poderes un tanto particulares.
Ellos conformarán el “X-Force”, título que en el filme es gag alusivo a “X-Men” por lo machista que suena el nombre, pero que en el Universo Marvel existe. “Deadpool” es una película -ahora saga- que no se toma a sí misma en serio, como si se tratara de un escudo protector ante cualquier crítica por lo que es y lo que no es.
Es tan poco pretenciosa que genera cercanía con la audiencia a niveles que ninguna otra película del género logra. También es destacable que a pesar de lo absurdo de sus diálogos y lo extravagante de sus escenas, el largometraje tiene un gran guión en el que, a diferencia de las últimas películas de épica que vimos, no tiene un villano que quiere conquistar el mundo y el universo sólo porque le sirve a la trama. A Cable y los demás malvados se los nota más humanos y sus acciones se justifican.
Lo único que genera ruido dentro de tanta explosión de violencia -el director David Leitch tiene experiencia como doble de riesgo- es que parece no haber equilibrio entre lo políticamente incorrecto que es el protagonista, y lo forzado que se encastra en la historia para ser llamado héroe, o “antihéroe”.
Aquí, esa "moralina" se sublima con momentos sensibles que van un poco a destiempo con la personalidad de Wade. Sin embargo, la incomodidad es otra propuesta del filme, y en contraposición, sin ser complaciente, dejará más que conformes a todos sus fans.