Si Deadpool hablara de la crítica de cine en el mismo tono en el que opina de todo lo demás, diría algo así como: “Ya sé que van a aparecer los sabelotodo de siempre diciendo que Deadpool 2 no es tan graciosa como la primera porque es más de lo mismo, pero me los paso por ahí por donde se imaginan”. En efecto: si el eterno desafío de las secuelas es cómo estar a la altura de la original sin repetirse, digamos que Deadpool 2 es una digna segunda parte, pero ya no cuenta con la ventaja del efecto sorpresa.
El personaje creado hace 27 años por el guionista argentino Fabián Nicieza y el dibujante Rob Liefeld es a los superhéroes lo que Scream fue al terror: se burla de los clichés del género desde adentro, sin negar su pertenencia al rubro pero manteniendo una distancia irónica. Fiel a su naturaleza, acá vuelve a romper la cuarta pared para dirigirse al público y otra vez despliega su arsenal verbal para reírse de lo que está ocurriendo en la aventura. Y muchos de los chistes son efectivos, pero hay un agotador abuso de guiños a la cultura pop (algunos son tan intraducibles que en el subtitulado están cambiados por referencias latinas).
Un par de veces, Deadpool bromea sobre la pereza creativa y por momentos el guión -firmado nuevamente por Rhett Reese y Paul Wernick, ahora junto al propio Ryan Reynolds- cae en ella, insistiendo con mencionar celebridades o poner canciones melosas de los ’80: recursos hiperexplotados en las comedias estadounidenses de los últimos años. Si la anterior era tan divertida que no queríamos que terminara nunca, las dos horas de esta se sienten en el cuerpo.
De todos modos, hay unos cuantos momentos que hacen que Deadpool 2 valga la pena. Uno de ellos es la creación de la X-Force, con el casting previo y la aparición de un gran personaje, Domino, cuyo superpoder a primera vista parece absurdo pero es uno de los mejores: tener buena suerte. Otro es la interacción con los X-Men “serios”. Pero lo mejor viene en la yapa del final, cuando vemos qué pasa cuando una máquina del tiempo cae en manos irresponsables.