Buscándole la vuelta creativa a la enorme cantidad de películas de superhéroes que existen en el mercado, Marvel apostó en DEADPOOL por un cambio, si no drástico, al menos lo suficientemente llamativo como para generar una expectativa diferente. Y la película en sí funciona un poco como sus trailers, posters y otros productos promocionales: la combinación de una trama clásica de superhéroes con un humor corrosivo, ácido y autoreferente que la lleva a explorar otros costados de este tipo de universos.
No es nada nuevo lo que propone DEADPOOL. Todo ya se ha hecho antes pero aquí está lanzado en a 300 kms. por hora. Veamos: el superhéroe que se ve a sí mismo como antihéroe y al que no le importa salvar el mundo ni nada parecido, los comentarios irónicos permanentes, el rompimiento de la llamada “cuarta pared” (con el protagonista hablando a cámara), las bromas internas sobre el género, los chistes con el mundo real y las guasadas y escenas hot que le garantizan una calificación no apta para menores. Todo se vio antes, claro, hasta en películas de los ’80 y ’90 (me viene a la mente EL ULTIMO HEROE DE ACCION, con Arnold Schwarzenegger, entre otras), pero lo que la diferencia en esta película de muchas otras deconstrucciones es que el operativo, durante buena parte del tiempo, funciona bastante bien.
Gran parte del mérito es del guión y de Ryan Reynolds. O, mejor dicho, de la manera en la que el protagonista aprovecha esos textos entre irónicos, ingeniosos y zarpados para construir a este antihéroe, un personaje cercano al mundo de X-MEN pero que no quiere integrarse a esa “escuelita manejada por un pedófilo”. La película arranca a media res, en medio de una escena de acción espectacular en la que se superponen los títulos de una manera tal que queda claro cuál será el tono de la película. La escena entra en una serie de variadas pausas para que esta criatura en spandex rojo se dirija a los espectadores y nos cuente cómo llegó hasta ahí.
Es así que la película se construye como una serie de flashbacks que vuelven varias veces a esa escena para finalmente seguir hacia la resolución. En esos flashbacks vemos que Deadpool era Wade Wilson, un duro mercenario que tendía a juntarse con otros de similar calaña en lugares de mala muerte. Allí conoce a Vanessa (Morena Baccarin, de HOMELAND), una prostituta de esa misma tribu con la que se engancha y procede a tener una maratón sexual que se extiende por… un año. Hasta que el hombre súbitamente descubre que tiene un cáncer terminal. Y acepta someterse a un tratamiento experimental para curarse.
No hace falta que les diga que ese tratamiento no sale del todo bien, por lo que Wade queda desfigurado, con intención de vengarse de quien lo operó pero, a la vez, con poderes que le permiten –como a su colega Wolverine– autoregenerarse y curarse de cualquier herida. Eso sí: su cara está tan deformada que no solo tiene que ponerse un traje que la cubra e inventarse un nuevo nombre sino abandonar a su chica pasando a una especie de clandestinidad. La trama en sí no tiene nada de particular: un villano a vencer con una durísima sidekick que encarna Gina Carano enfrentada a nuestro antihéroe a quien acompañan dos mutantes del más bajo rango de los X-MEN: Colossus (una mole que parece la versión sovética y de autoayuda de Hulk) y una adolescente torturada que se convierte en una bola de fuego pero la mayor parte del tiempo no despega la vista de Twitter.
Las escenas de acción están construidas con la espectacularidad de un carísimo aviso publicitario y muchos efectos especiales que permiten que la cámara se entrometa por lugares imposibles en medio de planos fijos o en cámara lenta. Pero el secreto vuelve a ser el tono ácido y pícaro de Reynolds, permanentemente haciendo comentarios irónicos sobre otros superhéroes, sobre los actores que los interpretan, sobre las miserias de Hollywood y con los infaltables e inevitables chistes sobre la actualidad que llevan a la serie al terreno del sketch televisivo de un Saturday Night Live.
No es una gran pelicula DEADPOOL ni mucho menos, pero es relativamente refrescante dentro del panorama de producción en serie de Marvel. Dirigida por Tim Miller en su primera película (viene, caramba, de la publicidad), la película no pertenece al tronco oficial de los filmes de Marvel con Disney sino que es un spin-off de X-MEN, controlada por Fox. Después del fracaso de LOS CUATRO FANTASTICOS y la medianía de la mayoría de los títulos recientes del género, DEADPOOL entra en un terreno similar al de ANT-MAN, GUARDIANES DE LA GALAXIA o KICK-ASS, logrando subir la apuesta todavía más de lo que lo hicieron esas películas. Y, finalmente, le da a Ryan Reynolds el papel por el que este muy solvente pero habitualmente menospreciado actor (y cada vez mejor comediante) podrá ser identificado de aquí en adelante. Y del que podrá burlarse en las secuelas…