Rompan todo
La ópera prima de Tim Miller podría haber sido filmada tranquilamente por Woody Allen: si nos olvidamos por un momento de la maquinaria Marvel, el clarinetista le hubiese sacado provecho a una historia que mezcla a superhéroes con el humor en su estado más natural y promete pasar la cuarta barrera siendo fiel al cómic original. Ryan Reynolds (Deadpool) no duda en voltear a cámara para explicarnos cómo son o deberían ser las cosas –el tono es audaz y socarrón- y uno rememora al Allen de Annie Hall o al Alec Baldwin de A Roma con amor; en este caso la violencia es la que circunscribe a toda la historia. Hay explosiones, armas de todos los calibres, soliloquios, sangre, acrobacias, diagnósticos terminales, planos secuencia y una insípida historia de amor.
Los chistes no esperan ni a los títulos de inicio y se predisponen como el ingrediente principal aunque terminan por engañarnos; al final nos daremos cuenta que fueron la mayor parte del menú. La panzada es infalible, el antihéroe Wade Wilson llega a la pantalla grande para demostrar que vienen aires de renovación en una fauna llena de personalismos fuertes que cargan en sus espaldas muchísimos fracasos. Los pósters se dejan colgados en la pared y los méritos se sobreponen ante las historias que todos conocemos. Los climas de la película viajan en una montaña rusa, en cuestión de minutos se pasa del planteo existencialista de un enfermo de cáncer acerca de sus seres queridos al hit más bananero de Wham! El trabajo del guión es notable, engranaje de una película con secuencias memorables y llenísima de pequeños detalles que se ocupan de mantener la tensión aún en los tonos distendidos.
El semiólogo Umberto Eco, en su libro Apocalípticos e integrados, analiza desde Superman la idea del superhombre de las sociedades industriales que conquista con el sometimiento a personajes malignos y los posteriores finales felices. Deadpool, lejos de florecer en sus cualidades sobrenaturales, es torturado en el afán de inmunizarse y así adquiere las habilidades menos pensadas. Después se margina y queda resentido, con su torturador y sus secuaces. El traje característico es ideal para poder separar la dualidad del sádico y romántico mercenario. Nunca se inmuta. Se vuelve implacable y cruel, disfruta de ver morir como el Guasón de Heath Ledger, demostrando que en la parafernalia X-Men aparecen esporádicamente personajes que salen de la intrascendencia y el tedio.
Lo inmoral y lo moral son las mismas caras de la moneda, el personaje principal toma su nombre de una pizarra de bar donde se apuestan por el próximo finado de las tertulias (pozo de la muerte). La muerte es el denominador común, al mismo tiempo que la tomada de pelo a Wolverine es interminabley se extiende hasta al mismísimo Linterna Verde. Las escenas de acción están muy bien filmadas y montadas, la fotografía es imponente y la música sabe connotar bien con la historia que se cuenta o hasta tuerce el destino de la misma. Es ineludible la referencia a Guardianes de la Galaxia, donde se abrió un espectro desconocido en cuanto a los superhéroes en relación con los soundtracks y la comicidad de los mismos.
A Deadpool puede llegar a disfrutarla igual que un fundamentalista -o incluso más- quien desconoce absolutamente todo de los cómics, porque cuenta el origen de un personaje en un metraje autoconclusivo. Y funciona, claro. Quedarán conformes los fanáticos y los que no, siendo es recomendable para todos. Tiene algunos minutos, escenas y chistes accesorios pero no condiciona la potencialidad de una historia que llega para sorprender, hacer pensar y sobre todo hacer reír. El contenido sexual y lenguaje soez se mezcla con lo naif e increíblemente trazan la línea de espectadores inclusivamente a los mayores; podría haber sido +16 en vez de +18 teniendo en cuenta el público interesado pero pusieron esa barrera. Seguramente fue para acrecentar el bullicio que viene desde hace tiempo de un personaje que vino a romper todo.