¿ESTAMOS VIVOS? Provista de un elenco de grandes actores, tal como la original de 1990, la remake de Línea mortal nuevamente propone el juego de un grupo de médicos talentosos que exploran entre la vida y la muerte, se detienen deliberadamente el corazón para indagar qué pasa en ese instante. Esta vez, la tecnología tiene un rol más activo. Cuando los jóvenes Courtney (Ellen Page), Ray (Diego Luna), Marlo (Nina Dobrev), Jamie (James Norton) y Sophia (Kiersey Clemons) se asoman a la muerte parecen hacerlo también con la sabiduría infinita, aunque poco tardan en darse cuenta -ellos y el espectador-, que el experimento acarrea una doble cara que compromete a la culpa y la tristeza. No ayuda la elección de los actores. Cuando supuestamente son chicos que estudiaron y se graduaron en tiempo récord, desentona por ejemplo, en el grupo de profesionales, un Diego Luna que ronda las cuatro décadas. El director parece manejar los hilos de la tensión con mucha sutileza, hasta que en un momento -mediando el film- se le va la mano y se vuelve todo muy bizarro. Dicen que de los laberintos se sale por arriba y de los pozos de angustia con la redención; el problema aquí es que los personajes llegan desangelados a esa instancia clave para el desenlace de la historia y sus dramas personales. Es muy buena la temática y no me deja de parecer interesante llevarla a estos tiempos, pero la rebalsaron de moralidad y lugares comunes.
ASISTENTE DE COMPRAS Y MISTICISMO El thriller que distinguió a Olivier Assayas como mejor director en Cannes 2016 entrega una actuación notable de Kristen Stewart con un guión -también de Assayas- no tan bueno de por medio. El personaje principal es una asistente de compras de una modelo prestigiosa que entre sus viajes laborales por el mundo comenzará a percibir eventos sobrenaturales ligados al reciente fallecimiento de su hermano. Los elementos de fantasía son sutiles e ingeniosos. Ahora bien, destacamos el trabajo de Assayas en la dirección de actores (en especial en ambientes cerrados, hay grandes escenas dentro de un tren) pero lleva al límite del insólito ciertas situaciones que atentan contra el argumento principal del film. Las referencias culturales accesorias de las experiencias espiritistas de Hilma Af Klint y Víctor Hugo restan algo del intenso vértigo hacia el destino de la historia que se descomprime en un final simplón y una cadena de sucesos insólitos. Lo mejor son las actuaciones, la música y algunos trucos de cámara. La apuesta por una ficción distinta que ofrezca otra mirada sobre las etapas adyacentes a la muerte es interesante aunque no tanto el producto final. La libertad con que renovó Assayas a la chica de Crepúsculo es retribuida con el papel consagratorio en la carrera de la joven actriz, inmediatamente después de lanzar Personal shopper sería convocada por The Rolling Stones para protagonizar uno de sus videos. Hay una microhistoria que comparten Stewart con su hermano muerto y se podría explotar más, más aún porque se trata de una enfermedad que los hace vibrar de una manera similar. Es magnética con la cámara, pero no tenemos una buena construcción de los orígenes o la esencia del personaje principal. También existe un dejo de extrañeza que acompaña al metraje y la protagonista sabe mantenerlo, hasta que al director se le va la mano con esto. Termina siendo algo demasiado pretensioso que peca de millennial, están tan en boga las últimas tecnologías que la charla post film se conduce inevitablemente a unos mensajes de celular de un destinatario desconocido que en lo sustancioso de la historia.
SOLO QUEDARAN NUESTRAS CANCIONES El creador de Todos contra Juan y Días de vinilo, Gabriel Nesci, vuelve ahora con un canto a la amistad, trazado por la nostalgia (ya transformada en el “do” del director). Casi leyendas es una película 100% argentina, pese a la presencia estelar de Santiago Segura. Todo está pensado para la cosmovisión del argentino medio que atravesó la década del 90 con determinados consumos culturales como el rock nacional y la tevé. Algunas buenas actuaciones y otros buenos chistes sacan esta comedia adelante que, a priori, parte de una historia deslucida: banda se reúne después de años para concurso radial. Auto – Reverse (el trío que conformaron en su juventud Segura, Diego Torres y Diego Peretti) fue una de las tantas promesas de principios de los 90 que no llegaron a las radios, ni a grabar un disco. Ya con otra vida, y en las antípodas de la música, los personajes se reencontrarán para competir en un concurso por su regreso, organizado por una FM porteña. Es fácil decodificar las influencias yanquis del director: Días de vinilo es inevitablemente parecida a Alta fidelidad, mientras que Casi leyendas posee un gran homenaje a la primera película de Tom Hanks, Eso que tú haces!, y a la idea del one hit wonder -banda de un solo hit-. Incluso el personaje de antigua fan que personifica Florencia Bertotti juega con esa idea y asegura que “ellos fueron los que inauguraron la categoría one fan wonder”: nadie los siguió nunca. En este sentido viene bien una cita a Nesci, quien durante la presentación de la película señaló que “el paso del tiempo magnifica la mitología alrededor de las bandas. Bandas que quizás en su momento no fueron muy exitosas se están juntando y tocan. Hay todo un culto del retorno, de revalorizar el pasado. Creo que estamos tratando de recuperar algo de un momento que pasó con las ganas de recuperar nuestra juventud”. Otro factor determinante en el film es la icónica Casi famosos (se mataron con el título): no falta la camionetita y tampoco el periodismo, como telón de fondo y de una forma bastante ingeniosa. Los que manejan los hilos de la comedia y hacen girar la calesita son un lúcido Segura, su partenaire Peretti y la brillante niña Uma Salduaente. Torres y Claudia Fontán, que no están a la altura, representan los momentos más olvidables de una historia que está bien pensada, es original, bien filmada, pero a su vez termina siendo muy predecible. El final es un cliché enorme, desde una escena en un aeropuerto hasta los créditos. Para ser buena, una película de música debe tener buenas canciones y ésta las tiene, algunas un poco repudiables (hay que dejar de robar con Héroes, de Bowie, por dos años) pero la mayoría están bien pensadas. Destacable es también la música original, pues esta banda apócrifa tiene sus canciones desconocidas y osará renovar su repertorio para la nueva cruzada: hacen una dedicada al daltonismo inteligentísima y una reversión en clave racista. Nesci hace valer a The Police, Soda Stereo y otros tríos que “cambiaron su vida” y lo suscribe con los agradecimientos del final. Por fortuna, los giros dramáticos no atentan contra la riqueza de Casi leyendas, que cumple, entretiene y deja un buen sabor.
SER COREANO EN ARGENTINA Esta ópera prima de Cecilia Kang, autora del exitoso corto Videojuegos, pretende contar a partir de la propia historia de su directora parte de la cotidianeidad de los coreanos en Argentina. En la historia que -literalmente- empieza en Corea y termina en Buenos Aires, lo más interesante es que el descubrimiento de lo desconocido (en especial de parte del espectador) se evela al mismo tiempo que la sensibilidad de su protagonista. En Mi último fracaso, lo universal se sobrepone a lo singular: tiene más peso específico el amor, el machismo y el sufrimiento que rodea a este linaje, su propia familia, sobre sus hábitos domésticos o los palitos que usan para almorzar. Con un minúsculo presupuesto, Kang entrega una película sencilla que aún así no escatima en poesía, risas y emoción. El uso de la cámara subjetiva y la irrupción del equipo técnico en algunas escenas le quita al film la solemnidad necesaria para que no sea tildado como otro documental cosmopolita. La directora a veces deja la cámara en una posición fija para interactuar con sus seres queridos, el lente con el que filma termina siendo, también, su espejo. Durante el 31º Festival Internacional de Cine en Mar del Plata esta película convivió en su programación con otra ópera prima más pretenciosa que estaba en Competencia Internacional muy parecida desde el tema a tratar: orientales que viven en Argentina. Lo que distinguió a la obra de Kang fue que tuvo mística y un mejor desarrollo. Sería imposible obviar la aparición estelar del trío Los Panchos que aportan la canción del final, romanticismo y como si fuera poco el título del film. Coreanos en Sudamérica y musicalizados por mexicanos, de esto se trataba la globalización. Vale la pena verla.
LA DE CRANSTON Y JAMES FRANCO, NADIE RECORDARA SU TITULO La sociedad que conformaron Bryan Cranston, James Franco y John Hamburg nos interesó desde el vamos: el director cierra con ¿Por qué él? su trilogía de comedias que había empezado con la exitosa Mi novia Polly y continuado con Te amo, hermano. La historia es bien recurrente: suegro no acepta yerno. De todos modos, quien fuera también el guionista de La familia de mi novia propone aquí algo distinto: el uso de la tecnología como elemento principal de la comicidad. Laird (Franco) la pegó con un videojuego y es rico, mientras que el padre de su novia, Ned Fleming (Cranston), está por quebrar con su imprenta; en el medio estará la aceptación familiar y un pedido de matrimonio precoz. El personaje femenino en disputa queda relegado, ni sale su nombre en el cartel de la película. Termina siendo todo entre Franco y Cranston que, a pesar de alcanzar un alto vuelo en los pasajes finales, no saben retroalimentarse de los personajes secundarios. Es una pena, porque hay algunos muy interesantes (por ejemplo, el mayordomo) que jamás crecen o los dejan crecer. La hija soñada de Cranston y novia de Franco -que actúa en gran parte de sí mismo- atravesará ciertos dilemas éticos en medio de lo bizarro e inmoral. Pese a garantizar el entrenamiento, el guión de ¿Por qué él? no es nada virtuoso y se guarda toda la artillería de gracia para el final. Hay chistes moralmente incorrectos de todos colores, desde nuevas etimologías del porno hasta burlas interminables sobre el arte contemporáneo. Está propuesta como una comedia romántica pero se convierte, y muy rápido, en un duelo entre los protagonistas para ver quién se sale con la suya. Es interesante cómo la película está contada desde la óptica de los millennials: en un ágape a la familia Fleming, los amigos de Laird le aconsejan al hermano menor que ya se ponga en autos con la programación, que es el futuro, y otros le dicen a Ned que con su empresa de postales digitales seguramente sean los que lo dejen sin trabajo. Después aparece una banda de rock clásico que es sinónimo de juventud y fiesta, el menú principal. La Navidad es el telón de fondo de esta particular reunión, aunque no cae en los clichés de la festividad, más bien sabe capitalizarlo en los momentos indicados. La música es intrascendente, salvo una canción conocida que le sirve de leitmotiv para ver si en la pareja en cuestión uno está hecho para el otro, o no. Lejos de innovar como intuimos al principio con esta propuesta, Hamburg recurre a dos o tres fórmulas que repite hasta el cansancio. Apenas entretiene, por los protagónicos (al fin Cranston regresó a la comedia) y el papel picado de los geeks utilizados. No mucho más que eso.
ANIMALES SUELTOS Bajo la dirección de David Yates -también lo hizo con las últimas cuatro de Harry Potter- y el guión de la autora de la saga J.K. Rowling llega un spin off que pretende contar parte de la fauna que rodea el mundo mágico previo a todo lo que conocimos en los libros y las películas. El potencial de esta historia inédita será dosificado en una pentalogía (si dan los números de recaudación, claro). En esta entrega conoceremos apenas un puñado de los animales fantásticos, por sobre los ochenta y pico que hay en el libro -inventario original-, y grandes pistas acerca de las nuevas premisas. A falta de Voldemort, el lado oscuro será representado por Gellert Grindelwald, némesis del entrañable Dumbledore. Animales fantásticos y dónde encontrarlos fue un pequeñísimo libro que salió a la venta en 2001, plena pottermanía, rubricado por el escritor apócrifo Newt Scamander (alter ego de Rowling). Aseguraba en su contratapa que “hay un ejemplar (…) en casi todos los hogares de magos del país” y justamente se trata de una copia del mismísmo que tuviera Harry Potter, así lo indican sus anotaciones y las intervenciones en el correr de las páginas de sus amigos Ron y Hermione. Funciona como una guía realizada por Scamander con la descripción y ubicación geográfica de las bestias hasta el momento de su publicación (70 años que Harry y compañía llegasen al castillo de Hogwarts). Las publicaciones accesorias del best-seller que consagró a Rowling destinaron sus regalías a organizaciones benéficas que intentar erradicar la pobreza. Este nuevo comienzo planta bandera en Nueva York, allí un joven magizoólogo (Eddie Redmayne) llega desde Inglaterra para sanar una de las especies que posee dentro de una valija poco común, pero singular ante la vista de cualquier humano, y en un imprevisto termina perdiéndola junto a sus excéntricas mascotas que no tardan en desperdigarse alrededor de “la gran manzana”. Podemos encontrar grandes parecidos con las ilustraciones del libro y la materialización de los animales en la pantalla grande. Mediante la animación terminamos de sellar el acuerdo de complicidad y devoción hacia ellos. Hagamos memoria, la película que empezó con todo esto salió hace ya 15 años. Con una actuación más bizarra de lo que acostumbra, Redmayne irá incorporando como laderos a un ciudadano de pie (humano/muggle/no-maj) que sueña con poner una panadería y a dos mujeres de la comunidad mágica estadounidense. El personaje principal antes que lo echaran del colegio de magos perteneció a la casa Hufflepuff, será interesante ver cómo se reconstruye para alejarse de la eterna dualidad Gryffindor/Slytherin que nos fue impuesta. Quedan a años luz de distancia el histrionismo de Draco Malfoy o Severus Snape por sobre lo naif y medio pelele de las nuevas caras. Harry Potter jugaba de líbero en el universo Rowling: debía usar y con frecuencia estival la puerta giratoria que separaba el mundo mágico del real. Tal vez ese haya sido el comodín para convertirlo en un éxito juvenil colosal. En este caso, el personaje de un operario de fábrica con aspiraciones grandilocuentes termina cargando sobre sus espaldas esa responsabilidad; cuestiona la magia y la razón, desde adentro o afuera. Jacob Kowalski (Dan Fogler) también dejará grandes pasos de comedia para cortar los aires de solemnidad o momentos de mucha tensión. Al final, todos queremos ser como él. Los malos de esta historia pueden llegar a ser policías, dentro del MACUSA -el parlamento mágico de los yanquis- vemos tipos que están bastante lejos de inspirar confianza. De Grindelwald sabremos muy poco, algo de viejos mortífagos conocidos y quedará el terreno preparado para que las cosas se pongan más oscuras (despojando un poco la excitación adolescente, al fin). Ahí le damos la derecha a Yates que tomó muchos riesgos para innovar sobre un terreno de fanáticos nerds que creen saberlo absolutamente todo, visto en perspectiva gran parte de la historia personal de Scamander resta solidez en los momentos cruciales de la película y de más ambición. El montaje deja bastante que desear, no así la música que marca y con creces los tonos del film. El guión también tiene algunas mesetas, acentuadas en las líneas del personaje principal, pero termina saliendo adelante con el quilombo que hacen los animales en la ciudad y otras buenas actuaciones como el personaje de Fogler. También está Colin Farrell haciendo de Colin Farrell, que a eso se dedica desde hace un tiempo. Vale la pena para verla y también seguirla con el tiempo. Los niños que crecieron leyendo la saga Harry Potter merecen buenas películas y que no les tomen el pelo. Le pongo fichas a los animales nuevos, la historia de Grindelwald y el fin de Redmayne.
TODOS SOMOS UNICOS (PARA OTRA PERSONA) Hija única, de Santiago Palavecino, es un film que cuestiona ciertos aspectos de la identidad con dos personajes claves interpretados por la misma actriz (Ailín Salas) y una historia de fondo conocida: el robo/secuestro de bebés durante la última dictadura militar argentina. Hay un cuestionamiento psicológico constante donde penden de un hilo las concepciones establecidas acerca de ser “único”, “nada” o tener una “doble vida”. Los cambios temporales que permiten la comprensión de la historia, a veces, no se sincronizan bien con el guión y el montaje, de todos modos nunca perdemos la tensión que bien saben generar la sordidez de los protagonistas. Hay algo en ellos de misterio marca Edgar Allan Poe, nos damos cuenta apenas escuchamos -con algo de extrañeza- uno de sus nombres: Berenice. Deja metáforas interesantes que circunscriben el argumento, como el cuento y la ópera de Mozart La flauta mágica que pretenden empoderar la redención de alguien luego un episodio tortuoso. Provisto de tomas subjetivas, el director nos deja inmersos en ese entramado de cajas chinas y no cae en lugares comunes para abordar su cuota de herencia histórica, sabe despojarse de ella para contar la historia original. Aunque con pequeños chispazos de una insípida historia de amor termina por incinerar algunos pasajes de misterio bien logrados (en especial desde lo técnico y posproducción). La música clásica funciona bien y lo suficiente para tapar grietas de la trama. Es una apuesta interesante desde lo temático y estético que termina mutando, a lo largo de sus 112 minutos, en otro drama más del montón. Cuando tenemos ya toda la información para cerrar la(s) historia(s) ponemos en duda algunos giros retorcidos del argumento y su temporalidad. Se destacan en Hija única la fotografía, la música incidental y un plano secuencia dentro de un cementerio filmado con mucha soberbia. El elenco lo completan los protagónicos Juan Barberini (hace de un guionista de cine), Esmeralda Mitre (su esposa) y, en breves apariciones, la siempre lúcida Susana Pampín, y hay que decir que los actores secundarios terminan siendo mucho mejores que los principales (exceptuando a Salas).
VIAJE A NINGUNA PARTE Como si se tratase del clásico de Talking Heads Road to nowhere, en Inferno Tom Hanks corre sin brújulas y con guionistas despistados. La más reciente de las adaptaciones de Dan Brown propone al profesor Robert Langdon como una tabula rasa que a fuerza de flashbacks y elucubraciones científico-matemáticas podrá correr el velo de la trama policial donde está inmerso. La acompañante femenina de esta entrega es el personaje que interpreta Felicity Jones, con la que Langdon establece un interesante contrapunto al estilo Sherlock y Watson: la inteligencia es superlativa pero uno es apenas la sombra del otro. Juntos viajarán a la cuna del Renacimiento para evitar, entre otras cosas, el fin del mundo a manos de un multimillonario loco que podría estar afiliado a Zeitgeist. La multiplicidad de las locaciones atenta contra la espectacularidad de las escenas en los sitios históricos. En un momento, con tantas tomas aéreas y carteles que dicen dónde estamos por aterrizar, Inferno parece un documental de helicópteros o de drones. Las incógnitas que guían el curso de la historia serán encontradas en algunas pinturas y esculturas, pero por sobre todas las cosas en La divina comedia. La película cae en muchísimos lugares comunes y está llena de clichés. Tiene también algunos pasos de comedia fallidos entre la dupla protagónica: cuando Langdon le pide buscar el libro, ella le responde que lo leyó en Google. El ganador del Oscar Ron Howard, aún con otra historia larga y llena de fisuras, deja en Inferno la mejor entrega de la saga, a pesar de que los giros de la trama se anticipan fácilmente y las explicaciones constantes irritan sobremanera. Cualquier seguidor de Alighieri se sentirá ninguneado con algunas connotaciones de la mitología dantesca en el film. La policía y los representantes de la Organización Mundial de la Salud son payasescos hasta el punto de perseguir a Hanks sobre el palo enjabonado de la Feria de los Pescadores. La música original reviste la épica y es uno de los puntos fuertes, lo mismo que la fotografía y el montaje. Inferno cuenta con todos los elementos para ser una película buena pero resulta una apuesta intrascendente y muy presumida. Hanks posiblemente use una peluca (no está chequeado).
DE CRECER, O UNA BUENA PELICULA, NI HABLEMOS Llena de lugares comunes, esta comedia colombiana (en coproducción con Argentina) retrata sin trazos virtuosos y pocas ideas a una familia de clase alta que intentará remendar en la austeridad las grietas interpersonales. Un ejecutivo de una constructora y su esposa criaron a tres inútiles que luego de la muerte de su madre llenarán ese vacío potenciando hasta el ridículo su opulencia, egocentrismo y mezquindad. Desde ahí harán patria del título de Malcriados. Basada en la -exitosa- película mexicana Nosotros los nobles, insiste con un guión flojo y lo empeora. Persigue con poco disimulo la fama de la película original, sólo eso, aunque con los años seguro quede condenada a la intrascendencia. La familia Rico (sí, otro nombre no se les ocurrió para identificar el linaje) es un conjunto de personajes irritables que sólo piensan en su propio bien. El padre busca entonces la redención familiar llevando a todos a la casa de su infancia y haciéndoles creer que están en quiebra. Una vez lejos de su conformidad, buscarán empleo y pasarán más tiempo juntos. Los chistes y los golpes bajos están a la orden del día y se adivinan muy fácil. La historia tiene poquísimos chispazos que no llegan a otorgarle brillo en ningún pasaje. Hay un culebrón de por medio con la hija del empresario y un porteño que tiene el sello de Pasión de gavilanes, e insólitamente está personificado por el argentino Michel Brown. La premisa sobre la que se sostiene es bien simple: ¿el dinero hace o no a la felicidad? En los hombros del padre se dispone toda la reserva moral y en los 111 minutos del film lo terminan volviendo igual o más tedioso que los demás. El director colombiano Felipe Martínez Amador armó un buen equipo técnico y hasta se consiguió la máquina de tomar malas decisiones que le facilitó mucho el rodaje. Ser rico en Colombia parece ser bien distinto que serlo en Argentina, por eso es que la aceptable repercusión que tuvo allí jamás sea ecuménica o acá la concibamos como algo digno de ciencia ficción. O hasta una grasada medio Ricardo Fort. Las actuaciones son desde exageradas a bizarras y algunos personajes pretenden ser más graciosos que los chistes que los involucran. Completan el reparto: Víctor Mallarino, Julieth Restrepo, Juan Fernando Sánchez, José Restrepo y Juan Pablo Barragán. Hay una escena de acción que pareciera ser una descartada en la última de Bañeros. Les deseo a todos los hermanos colombianos después de una semana convulsionada que llegue pronto la paz que tanto anhelan y que bajo ninguna circunstancia vean esta película.
LA JUVENILIA DE LOS FRANCESES La adolescencia es, para el joven realizador Rudi Rosenberg, una moneda de dos caras: la pelea de opuestos (cool – nerd) mantiene la tensión de una comedia que cierra por donde se la mire. En Le nouveau los adultos forman parte del decorado y los jóvenes son juez y parte de una historia vista desde los ojos de los perdedores; un tío desempleado oficiará de comodín entre los grupos etarios siendo a veces la reserva moral e inmoral de la sociedad. La sensibilidad de la obra para demostrar la irrupción en lo desconocido nos carga de metáforas. De modo que podremos asociar esa primaria parisina con algún lugar que transitamos y esa crueldad infantil con cualquier opresión injustificada o sin razones aparentes. El film se nutre de lo naif para lograr desde el momento cero en el espectador una extrañeza estilo Lovecraft: los otros huyen de mí, pero no desconozco los motivos. Con actuaciones colosales y precedentes tan bien logradas como en Hugo, Submarine y Stranger Things, anhelamos ser parte de esos bandidos que desde el bullying y la incomprensión terminan revelándose de una manera explosiva y bizarra. Los enamoramientos precoces saben pegar los giros adecuados al momento de caer en un lugar común y salir corriendo a soldadear a uno de los nuestros, encabeza la lista de preocupaciones de estos chicos que no pretenden más que celebrar una fiesta donde ninguno se quede afuera. Lo que hace más entrañables a los personajes es su capacidad de reírse de ellos mismos y los límites de su inocencia. También es interesante el modo que se apropian de ciertos elementos de la cultura pop que desde el prejuicio les son ajenos, terminan cantando en un aula una versión inaudible y cómica de un hit del DJ David Guetta. La historia amorosa flaquea en algunos momentos pero no marca mesetas en una película que se dota de un buen guión para contar una historia en 80 minutos y hacerlo bien. Es una apuesta innovadora entre la sobreabundancia de sagas que poblaron las carteleras este 2016. Humor negro y perseverancia son los engranajes principales de la maquinaria humilde pero potente llamada Le nouveau. Rosenberg firma una carta de amor muy sentida y vinculante a la adolescencia, ese período inexplicable donde nos sentimos solos hasta que de pronto llegan otros para hacernos compañía. Promete risa, emoción y reflexión de lo cotidiano.