El asesino más adorable
“Deadpool” nació claramente como un desafío: ¿cómo llevar a la pantalla una serie de transgresiones que sin embargo pudieron ser contenidas en el rígido canon de Marvel Comics? De entrada aclaremos que la franquicia de Deadpool recayó en manos de la Fox, licenciataria de los X-Men, Spider-Man y los (relanzados y fallidos) 4 Fantásticos; es decir, los personajes de Marvel (ahora propiedad de Disney) por afuera del Marvel Cinematic Universe (en cierta retaliación, la “Casa de las Ideas” mató en el cómic a Deadpool y disolvió a los 4 Fantásticos, en una puja por mostrar quién la tiene más larga).
El tema es así: “el mercenario bocazas” (así le llamaban en las ibéricas traducciones de Fórum, donde lo rebautizaron Masacre) es un personaje parlanchín y gracioso casi hasta el hartazgo, buena competencia para Spider-Man (que quizás en ninguna de sus encarnaciones pudo ser fielmente mostrado de esa manera), pero al mismo tiempo es tan políticamente incorrecto como el Punisher, a la hora de matar gente. Creado por Fabián Nicieza y Rob Liefeld, su historial comiquero pasó más entre team ups y fugaces integraciones de grupos que en títulos en solitario, aunque también los tuvo.
Por último, en el marco de su humor, el personaje (que suele aparecer con elementos kitsch o fuera de lugar por encima de su traje, ya explicaremos por qué) se caracteriza por la ruptura de la cuarta pared (o la viñeta), interactuando con el lector como tal y reafirmando que “esto es una historieta”.
Salto al vacío
Por eso era un desafío: porque había que lograr un justo medio (y quizás la avenida no era tan ancha, expresión que está de moda en la política argentina contemporánea) entre una película regular de superhéroes (“súper sí, pero héroe no”), donde se pueda perder la gracia, y el exceso de “El avispón verde” con Seth Rogen, donde la trama del héroe se ve absorbida en la comedia de la escuela de Judd Apatow, fumón y bizarro.
Y la película de Tim Miller sobre guión de Rhett Reese y Paul Wernick logra bastante el cometido, poniendo en escena todo el cóctel: el trasfondo trágico del buen Wade en contraste con su modo de ser, y la ruptura del canon ficticio (“Te llevaremos con el profesor Xavier”, dice Coloso. “¿Stewart o McAvoy? Esas continuidades me confunden”).
La centralidad de Ryan Reynolds (que aparte de protagonista es productor) le permite burlarse varias veces de sí mismo, como “cara bonita” o por su fracaso superheróico en “Linterna Verde”, de la DC. Y así podríamos seguir, con elementos que seguramente serían imposibles si la franquicia estuviese en manos del MCU (a menos que lo movieran a la línea de series de “vigilantes” que coproducen con Netflix, como “Daredevil”, “Jessica Jones” y “Luke Cage”).
Venganza
Pero metámonos un poco en la historia. Wade Wilson es un ex operador de las fuerzas especiales, que se gana la vida como mercenario de poca monta, incluyendo defender niñitas de acosadores porque, en un punto, es un poco sensible. Un día conoce a Vanessa, una prostituta/moza de cabaret, cuya forma de ser combina enseguida con la suya: la química que despliegan es casi una versión jocunda y feliz de la pareja de Randy “The Ram” Robinson y Cassidy en “The Wrestler”.
Pero el amor y la felicidad no son para siempre. A Wade le diagnostican cáncer terminal, y un señor de cara sospechosa le ofrece un tratamiento que además lo va a mejorar, a manos de un inglés “especial”. En resumidas cuentas: el tratamiento convierte a Wade en un ser con habilidades mejoradas, y lo protege del cáncer y cualquier otra cosa, ya que tiene poderes regenerativos. ¿El problema? Queda desfigurado, y debe buscar al que lo dejó así para ver si lo puede arreglar.
Todo esto va muy bien contado en flashbacks y saltos temporales, desde la explosiva apertura con créditos burlones, con un enfrentamiento en el que tercia Coloso de los X-Men, quien al final tendrá que unir filas con el antihéroe insoportable de la mano de Negasonic Teenage Warhead, una purreta mutante de mala actitud, un poco como la Jubilation Lee de los ‘90. Como dicen los créditos: hay una damisela en peligro, habrá que rescatarla de Ajax y sus secuaces, y ahí se va la trama de acción propiamente dicha.
Forzudos y risueños
Toda la maquinaria funciona a un gran trabajo de Ryan Reynolds (que ya había encarado al personaje de otra manera en “X-Men Origins: Wolverine”, pero que se perdió en las reestructuraciones del canon): trágico, sádico, grotesco y chistoso, es el que no puede permitirse fallar a la hora de dar el tono general. El otro hallazgo del cast es Morena Baccarin (la Jessica Brody de “Homeland”) como Vanessa: además de estar más bella que nunca en la pantalla, logra crear una mujer de la noche querible a lo Marisa Tomei y genera con Reynolds esa química de la que hablábamos.
Por su lado Ed Skrein (el Frank Martin de la última entrega de “El Transportador”, el primer Daario Naharis en “Game of Thrones”) está un poco bidimensional como su Ajax. El resto del elenco está en manos de la doble interpretación de Coloso (Stefan Kapicic en voz y Greg LaSalle en performance facial), un poco desmerecida por su terminación digital, la aspereza de Brianna Hildebrand como Negasonic, y lo poco que puede aportar Gina Carano como la villana Angel Dust. Los roles bufos que completan la trama cómica son Karan Soni como el taxista Dopinder, Leslie Uggams como la Ciega Al (compañera de departamento del aventurero) y T.J. Miller como Weasel, uno de sus pocos amigos, él sí propio de una película de Apatow. Y sí: aunque tenía medio olvidada a la Fox, vuelve Stan Lee con sus habituales cameos, así que lo encontrarán divirtiéndose.
Ya anuncian la secuela, en virtud del buen funcionamiento en taquilla: “el Bocazas” promete nuevos compañeros de ruta... aunque avisa que el presupuesto será escaso.