El culposo sentido del disfrute
Si algo caracteriza a Deadpool (2016) es su irreverencia y provocación. Así, la adaptación cinematográfica del comic que ha dirigido Tim Miller y protagonizan Ryan Reynolds, T.J. Miller, Morena Baccarin y Gina Carano, se convierte en el la primera película basada en un personaje Marvel que desafía todos los límites de la incorreción política.
La trama se centra en Wade Wilson (Ryan Reynolds), un antiguo miembro de las fuerzas especiales convertido en mercenario. Enfermo de cáncer terminal, forma parte de un experimento que le otorga el poder de una curación acelerada, y es ahí cuando adopta el alter ego de Deadpool. Armado con sus nuevas habilidades y un retorcido sentido del humor, Deadpool se dedicará a buscar al villano que le arruinó su vida.
Deadpool no es la típica película de superhéroes a la que están acostumbrados los seguidores de este género, y mucho menos los de la factoría Marvel. A tener en cuenta: hay desnudos, chistes con referencias sexuales, sadismo y diálogos tan ácidos como corrosivos, aunque vale aclarar que todo en un sentido humorístico. Esto hace que Deadpool tome distancia de todo lo visto hasta el momento poniendo en pantalla a un (anti)superhéroe con una línea ideológica que juega con la incorrección política llevándola hasta lugares inimaginables.
Las escenas de acción se resuelven siempre al borde del grotesco, desatando carcajadas en varias ocasiones. Elemento que funciona de maravilla ante el planteo narrativo y estético que hace foco en un humor corrosivo, la repetición de gags, lo paródico y el uso desacerbado de la ironía. Ryan Reynolds tiene la habilidad de reírse de sí mismo y no faltan las referencias a X-Men Orígenes: Wolverine (2009) y a Linterna Verde (Green Lantern, 2011) fracaso de crítica y público del que el actor saca provecho esta vez a través de un guion armado para su lucimiento personal, y del cual aprovecha para tomar revancha.
Sin dudas Deadpool le encuentra una vuelta de tuerca al universo de los superhéroes y funciona más como una comedia que como una película de acción. Y es ahí en donde gana. Tanto en la original poética en que decide mostrarlos, como en una puesta en escena que está siempre a cinco segundos del caos.