La guerra interminable
Romeo y Julieta. Así se llama la joven pareja enamorada al principio de la película, pletóricos ambos de felicidad ante la llegada de Adam, el niño deseado o no. Sin embargo, el corto prólogo inicial había mostrado a una madre y a su niño de ocho años a la espera de una atención sanatorial. Pues bien, Declaración de vida –"La guerra está declarada" hubiera sido más acorde– será una batalla interminable de Romeo y Julieta frente al peor diagnóstico de salud que se le declara al purrete Adam.
Pero ojo, no se trata de una película de golpes bajos y lágrimas fáciles, ya que la directora Donzelli propone una serie de riesgos y formulaciones cinematográficas que de poco conforman un corpus extraordinario de ideas originales desde la puesta en escena. Donzelli, también desde el guión junto a Elkaim (su pareja ficcional y real) construyen un relato libre, pleno de fugas y matices para paliar el dolor que recorre el relato. Las comparsas que integran ambas familias, la compañía y consejos de médicos, la forma en que se transmiten los textos con buenas y malas noticias, son algunos de los logros de un film libre, lejos de ataduras y clisés, a años luz de fórmulas y tratados sobre medicina en relación a chicos cerca de la muerte. Pero Donzelli va más lejos e inserta canciones, recurre al uso de una voz omnisciente y descriptiva de la pareja central y hasta se atreve a jugar con las imágenes, por momentos, bordeando un peligroso manierismo autocomplaciente. Sin embargo, se trata de un film que va al frente y sin culpas, emotivo y divertido, romántico y original por sus elecciones formales y temáticas. Se trata de una gran película, repleta de ideas, con un estupenda pareja protagónica que le pone el cuerpo al infortunio y al dolor, dispuesta a librar una guerra límite para que Adam continúe siendo el hijo que ambos se merecen. Por el bien del cine, ojalá que nunca se haga un remake en Hollywood.