El tercer largometraje de Gaspar Scheuer (Desierto negro, Samurai) tiene como protagonista a un niño en pos de una quimera, en un entorno que parece tenerlo todo en contra.
En las afueras de algún pueblo de la provincia de Buenos Aires, Delfín, de 11 años, vive con su padre, en condiciones muy precarias. Estudia y trabaja en una panadería. Está secretamente enamorado de una maestra que no es la suya. Se baña en un río con sus amigos, caza ranas, se duerme en clase y, por sobre todas las cosas, le encanta tocar el corno francés, un instrumento que conservan con llave, como una reliquia, en la escuela a la que concurre. La historia transcurre desde un lunes a un domingo, tiempo en el que se modificarán algunas cosas en su vida.
Delfín muestra una infancia desamparada, en la que el niño invierte el rol por ser más resolutivo que el adulto. Cumple en ir al colegio, aunque se levante muy temprano para trabajar repartiendo pan, lidia con la burocracia estatal para que le presten un instrumento con el que probará suerte en una orquesta juvenil en un pueblo vecino. Y aunque todo parezca estar en contra, arremeterá con las dificultades en pos de cumplir con su sueño que contrasta con la realidad.
Hay en el origen del instrumento que toca el niño, el corno francés, algo ligado con lo primitivo. En efecto, los primeros eran hechos de cuernos de animales y se usaban para llamar a la caza, para ir a la guerra o a asambleas. Por lo tanto, lo que elige este chico para tocar es ligado con un llamado de atención. Además, ese carácter arcaico es mostrado en la manera en que practica cuando no puede acceder al instrumento real: lo hace con una manguera y un embudo.
El guion de Scheuer se decanta por un film intimista, con algunos picos de tensión, sin subrayados sobre la marginalidad en la que están envueltos padre e hijo. Tampoco tiene soluciones mágicas a los conflictos, más bien todo lo contrario, lo que se resuelve se ajusta a la coherencia de las dificultades. No es necesario ser dramático para conmover. Y los trabajos actorales de Valentino Catania, como Delfín y Cristian Salguero le imprimen veracidad al relato. Acompañados por Marcelo Subiotto y el encanto de Paula Reca.
Fábula de aprendizaje, Delfín es un relato pequeño, sencillo y entrañable.