Delirium

Crítica de Paula Caffaro - CineramaPlus+

La “nueva de Darin” se llama Delirium y como su nombre lo indica, el filme es una locura. Cuando un trío de jóvenes, muy poco dotados de inteligencia, se descubren hastiados de sus rutinarias y pobres vidas; de casualidad, escuchan por la radio sobre los grandes beneficios económcos que brinda la realización de una película. La operación se pone en marcha, y para asegurar su éxito contratan a Ricardo Darín quien, por error, acepta el trabajo.

Sin dinero y ni la mínima noción de cómo se hace una película, ellos se embarcan en una odisea tosca, falta de sentido e insultante. Si bien Delirium pretende narrar desde la ironía, éste es un elemento que no está bien construido. Sólo con el título del filme y un comienzo con un montaje de cortes abruptos musicalizados con algún tema punk, no garantizan el efecto buscado. Y en este caso, más que colaborar, perjudica.

Varios son los puntos fallidos que se pueden destacar, pero el más sobresaliente es un error de base: la mala construcción del largometraje. Sin un hilo narrativo conductor (recordemos que por más delirium que se quiera expresar, sólo con nombrarlo no se hace nada), sin diseño de personajes y con una premisa equivocada (hacer una película en Argentina te hace rico de la noche a la mañana), el filme se va diluyendo desde la primera escena.

Otro de los grandes interrogantes que se presenta es la no justificada presencia de dos elementos: por un lado la tecnología analógica, acaso ¿filmar con este antiguo sistema es para pobres?, y, por otro lado, la poco desafortunada idea de utilizar de forma descontextualizada imágenes de archivo del 2001 que remiten a una de las crisis socioeconómicas más grandes de la Argentina.

La frutilla del postre es la participación de Susana Giménez en la piel de la presidenta de la nación enviándole un comunicado al pueblo. “Que Dios nos ayude” dice mirando a cámara, luego de haber leído palabra por palabra cada oración de su breve parlamento. Gags de cliché interminables (la escena en la que uno del grupo le enseña cómo manejar una camioneta a su amigo) y textos acartonados son otras de las delicias que tiene esta película antipática.

Es decir, todo está mal y pareciera que la presencia de Darín y Giménez (sobre la de todo Ricardo) no vienen sólo a querer salvar la película de la ficción, sino la propia Delirium que no logra causar risa ni piedad, no mueve nada, no traspasa la pantalla. Sólo deja un puñado de conceptos falsos y la sensación de no querer que este filme (sólo lo nombro así por tecnicismo) forme parte de la filmografía nacional que tanto nos cuesta edificar. Una lástima.

Por Paula Caffaro
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