1953. "Ya viene..." aseguran los niños que llevan adelante el juego de "El hombre de la medianoche" en el lúgubre ático de una vieja casona. Siguiendo las reglas y a merced de una criatura monstruosa, sólo una niña sobrevive y la acción pasa a la actualidad.
Alex Luster -Gabrielle Haugh- toma un receso escolar para cuidar a su abuela -Lin Shaye, la actriz de la saga La noche del demonio- que vive recluída en su habitación y que fuera la niña sobreviviente. Y el juego se repite cuando la adolescente encuentra el juego en el ático e invita a un amigo a pasar la noche en el lugar.
Demonio de medianoche es un producto híbrido que llega con dos años de retraso y no asusta a pesar de tener un par de escenas logradas -un error imperdonable hacer hablar al monstruo en cuestión- que hacen que la criatura despierte los temores más profundos de sus víctimas en una casona bajo la luz de las velas, según la regla del juego.
Una idea remanida que encontró mejores resultados en Ouija y que también intentó reflotar sin éxito Siete deseos, y que ofrece aquí una variante pobre -objetos que permiten el ingreso del mundo fantástico y monstruoso- sin el lucimiento de los personajes.
En la trama aparece también Robert Englund -Freddy Krugger- en el papel del médico de la familia, perdido entre sus parlamentos y en medio de adolescentes que temen a la figura sombría que adquiere diferentes formas para inquietar al espectador.
No hay mucho más en esta producción clase B del director Travis Z que se agota en la mitad de la historia, sortea las reglas de supervivencia que plantea y ofrece un epílogo que se convierte además en el lugar común del género de terror, entre espejos de plata, sombras amenazantes, círculos de sal, un suicidio y relojes que marcan la hora "equivocada".