Gracias Rodriguez
Salir entusiasmado de una sala es algo que pocas veces me pasa. No tanto por si la película es buena o mala, sino porque ha superado las expectativas con las que iba. Había un tono moderado, poco descriptivo en algunos textos que había leído previamente sobre el film, y al verla me levantó algunos cuestionamientos. Me gusta que Depredadores intente tomar el espíritu de la película de John McTiernan (y algo de la secuela de Stephen Hopkins) sin hacer una de esas remakes que demuestran un alarmante agotamiento de la creatividad en el mainstream hollywoodense. Me gusta que el film entretenga y que no apele a subrayados intelectuales o ganchos tecnológicos para atraer una determinada audiencia, y me gusta algo de esa autoconciencia que la película tiene, poniéndola cerca de ese rescate que Sam Raimi logró con Arrástrame al Infierno. El rescate de la serie B, del cine pochoclero pero no por eso mal hecho, con directores que pueden mirar tranquilamente a los ojos de cualquier realizador sin que sus films sean ganadores de Oscars o de algún premio en el festival cool del momento. Esta crítica es un elogio del trabajo del eficaz Nimrod Antal, pero también de la producción del ya enorme Robert Rodríguez quién, desde su isla creativa, recrea escenarios del cine de género con envidiable audacia técnica, dando libertades y supervisando cada aspecto con un amor genuino por el cine. Un director que se toma con la misma seriedad un proyecto como Grindhouse (junto a Quentin Tarantino) y uno como La piedra mágica, con públicos completamente distintos, y que produce cuidando hasta el más mínimo detalle un film como Depredadores, sin mirar al filo de la taquilla antes de iniciar el proyecto es digno de, al menos, mi aplauso, aunque quizá nunca lea estas líneas.
Pero más allá de la indulgencia con Rodríguez, quiero hablar de la película de Antal. Sencillamente: 8 personas caen en una jungla luego de ser arrojados violentamente desde quién sabe dónde. Algunos sobreviven a la caída y otros no, algunos están bien armados y otros no. Ninguno sabe porque está allí (y aquí el que vio Lost no puede dejar de ver un guiño, incluso hay un médico) y pronto se dan cuenta de que hay cosas que no encajan: el sol, la gravedad y una atmósfera amenazante que no saben de donde proviene. Luego las revelaciones se van haciendo cada vez más extrañas hasta que se dan cuenta de que sus vidas están en manos de los depredadores, criaturas que conocemos de las películas anteriores, y que se dedican a cazar por deporte en su mundo. Y aquí viene el giro respecto a las otras entregas de la serie. Las ocho personas lideradas por el personaje de Adrien Brody (¡!) están en el planeta de los depredadores. Allí eventualmente harán su camino por sobrevivir en ese entorno, bajo circunstancias de tensión constante que sería un desperdicio adelantar. Sencillamente vamos a aclarar que además de la amenaza exterior, no ayuda demasiado el hecho de que el grupo de protagonistas se divida en asesinos, soldados, mercenarios y psicópatas que tendrán que sobrevivir a sus propias diferencias.
La acción está narrada con planos precisos y se mantiene un suspenso constante durante prácticamente todo el film en base a la tensión interna del grupo y la mencionada amenaza de los enormes depredadores. El director se queda con las caras de los atónitos guerreros, siempre al borde de la inestabilidad, al borde de un terror que se adivina en cada esquina de la jungla que construye Antal en su film. Y cuando el plano se abre las batallas y las persecuciones mantienen una excelencia coreográfica que permite que sigamos la acción con alguna pequeña joya de por medio, como la batalla en la línea de los films de samuráis clásicos que emprende Hanzo, el personaje interpretado por Louis Ozawa Changchien o la incendiaria secuencia final donde Adrien Brody demuestra su versatilidad actoral: no estamos ante el timing preciso o el gesto teatral sino ante un actor físico que sin la masa muscular de Arnold Schwarzenegger logra complementarse a un grupo de actores heterogéneo compuesto por Alice Braga, Walter Goggins, Oleg Taktarov, Topher Grace, Danny Trejo y el impronunciable (al menos, por estas tierras) Mahershalalhashbaz Ali. Se trata de un grupo compacto donde cada línea se complementa para cerrar un marco de tensión donde cada uno lucha por sobrevivir, mientras se vigilan lo que hace el otro a través del rabillo del ojo y la banda sonora no deja de aumentar la tensión, con unas cuerdas que recuerdan tanto a Michael Giacchino como al trabajo de Alan Silvestri en el film original, además de que la jungla se va haciendo cada vez más cerrada e impenetrable. Si señores, esto es una película de acción bien hecha, nada más y nada menos.
Se pueden achacar un par de cosas, a veces la exploración de los entornos es innecesaria y distiende demasiado el relato y algún efecto digital resulta bastante tosco cuando quizá se podría haber resuelto sin CGI el film entero. Pero es efectiva, es entretenida, no subestima al espectador y se da el lujo de modificar el registro de actores que quizá en otra época no habrían formado parte de un proyecto así, además de que las secuencias de acción se entienden. Por esto y mucho más no estaba de más el agradecimiento.