Adrenalina sin respiro en un film vertiginoso
Depredadores vuelve a las fuentes del género
A casi un cuarto de siglo de Depredador (1987) -film con dirección de John McTiernan y Arnold Schwarzenegger en el papel principal que hoy es considerado un verdadero clásico del cine de clase B-, y luego de varias discretas secuelas y cruces con otra franquicia como la de Alien , esta saga recupera parte de su esencia, de su fascinación, de sus climas ominosos y de su potencia narrativa de la mano del productor Robert Rodriguez y del realizador Nimród Antal ( Control, Hotel sin salida, Asalto al camión blindado ).
Depredadores es de esas películas que exponen de manera tan evidente sus limitaciones (su falta de sutileza, sus personajes sin profundidad psicológica, sus convenciones y sus no pocos lugares comunes) como sus aciertos (su nobleza en el abordaje del género, su vértigo, su suspenso y su cuidado visual).
Sin preámbulos
Ya desde su primera imagen (con los personajes cayendo, literalmente, del cielo -en paracaídas- a una selva que a los pocos minutos descubriremos se encuentra en un planeta desconocido), Depredadores deja en claro su propuesta (su obsesión) por sostener la atención (y la tensión) del espectador. No hay lugar para preámbulos, disquisiciones ni dilaciones: sólo pura acción, con una decena de duros protagonistas (todos hombres, con la excepción de una mujer, de las más diversas etnias) luchando por sobrevivir en territorio hostil frente a la amenaza de poderosos y despiadados alienígenas que han adquirido gran habilidad para la caza y que los han llevado hasta allí para convertirlos en sus presas y sus próximos trofeos por exhibir.
El sorprendente héroe de acción de Depredadores es Adrien Brody, que luego de mostrar su cuerpo esquelético y de ganar el premio Oscar al mejor intérprete protagónico por El pianista , ofrece aquí un físico digno de un atleta. Su trabajo es convincente, más allá de los guturales, por momentos forzados y casi monosilábicos diálogos del film. El resto del elenco (incluida la bella Alice Braga) hace todo lo posible para sobrellevar con dignidad una historia que no tiene precisamente su énfasis puesto en el lucimiento actoral sino en la adrenalina y la provocación de sobresaltos.
Los 40 millones de dólares del presupuesto están bien aprovechados: el diseño de producción es impactante y el despliegue de efectos visuales generados por computadora no se queda en el mero regodeo sino que es funcional al relato e incluso a la estética del cine clase B. Así, como quedó dicho, Depredadores cumple (para bien y para mal) con lo que prometía. Es, en este sentido, un producto algo limitado, pero también muy honesto.