Depredadores

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

Los cazadores de la franquicia perdida

Vuelta a las raíces, la llaman. Le pasa mucho a las bandas de rock cuando, después de uno o varios fracasos, les da por regresar al sonido de los primeros discos, los que les dieron fama y reconocimiento, para recuperar frescura, credibilidad y/o público. El recurso es también aplicable a este caso ya que después del fiasco de la última Alien vs Depredador (la primera no había estado mal sin embargo), la franquicia del cazador extraterrestre no estaba en su mejor momento. Por eso dejamos de lado, por lo menos por el momento, la pelea de titanes contra los babosos monstruos de Giger y bebemos nuevamente de los dos primeros films de la saga (muy en particular del primero, cuyos acontecimientos son citados en este), algo que Robert Rodríguez, aquí oficiando como productor, admitió sin reservas. Si la operación sale bien, capaz que hasta seguimos con una secuela que el final sugiere con ganas y sin mucho disimulo.

El escenario es bastante similar al de la primera película de 1987, dirigida por John McTiernan y protagonizada por el hoy gobernador de California, solo llevada un poquito más lejos: en una jungla interminable, en un planeta utilizado por los depredadores como reserva de caza, unos cuantos humanos son arrojados (literalmente) para servir de presas en su deporte favorito. Para hacer el juego más interesante, la selección de especímenes incluye lo más granado de una elite de soldados, mercenarios y delincuentes. La misma extracción de las presas es la que sugiere el título en plural donde se menciona que no solo los cazadores sino también los humanos son depredadores entre los suyos.

Se trata entonces de juntar a unos cuantos tipos de diferentes orígenes pero similares características, soltarlos en un escenario hostil y ver que pasa. Una idea simple, quizá algo tonta pero eficaz. Al rato la cosa está bien clara y la acción está servida. Si el movimiento parece bien planeado, viendo el resultado, no parece de todos modos que se lo hayan tomado muy en serio y eso está bien. La decisión de poner a Adrien Brody como héroe de acción ya debería ser una pista. Y en la misma línea va el breve pero contundente papel de Lawrence Fishburne, absurdo, descolgado y hasta en un tono diferente del resto (y eso que Fishburne es un gran actor, con lo que uno tiende a pensar o que lo hizo a propósito o que no le importó nada), que es a pesar de eso, o justamente por eso, uno de los momentos divertidos.

Depredadores levanta un poco la puntería de la serie e intenta agregar algo a su mitología (el enfrentamiento entre dos clases diferentes de depredador) pero también tiene sus zonas fallidas: es algo previsible y los personajes cada tanto se sienten en la obligación de explicar lo que está pasando, aunque no haga falta, o pronunciar sentencias graves, que uno quiere creer que son parte de la joda pero no está seguro.

De todos modos se trata de una diversión descerebrada, y si los responsables no parecen habérsela tomado en serio, tampoco habría motivo para que los espectadores lo hagan.