No dan muchas ganas de ponderar intenciones, pero lo voy a hacer porque amo el cine argentino.
Seré breve.
“Desbordar” es una producción basada en hechos reales que tuvieron lugar a fines de la década del 80. Marcos, Iván y Darío son médicos recién recibidos y muy entusiastas que en un hospital neurosiquiátrico encararon una idea nueva, luego convertida en terapia. Consistía en reunir un grupo de internos determinado e iniciar con ellos un proyecto para que puedan expresarse en forma escrita.
El proyecto creció y se convirtió en una revista, que llegó a venderse en los kioscos durante algún tiempo. Parece que la burocracia del hospital mismo se les puso en contra, por lo que tuvieron que luchar para poder seguir adelante hasta que todo quedó cancelado.
Evidentemente esta historia fue un disparador para que el guionista y realizador Alex Tosserberger decidiera llevarla al cine.
Claro, el tema toca varios puntos interesantes como la burocracia contra las ideas nuevas, la discriminación, la libertad de expresión, la trascendencia del ser más allá de los muros que cada uno se construye alrededor, la ley de salud mental… digamos, hay tela para cortar.
El problema del proyecto fílmico “Desbordar” es que el director parece haber confiado demasiado en la riqueza de los hechos, considerando que con sólo filmarlos alcanzaba para trasmitir lo que se proponía originariamente.
Pues fíjese que no.
No alcanza y se nota. Esta realización tiene algunos momentos logrados (pocos), como la escena en la que los internados están en pleno proceso creativo. Pero son sólo instancias aisladas. El resto de lo que sucede está claramente delineado, pero el contenido se va cayendo merced a la indefinición de ser un documental o una ficción. Para los actores “Desbordar” es un escollo. No tiene que ver con su capacidad interpretativa; sino con un guión que se limita a narrar hechos reales en desmedro de la construcción de los personajes. Esta falta de trabajo se nota más en Carlos Echevarría, Julián Doregger y Nacho Ciatti, quienes interpretan la versión joven de los médicos. No es que sean malos actores, simplemente no cuentan un guión sólido con el que trabajar, por no mencionar diálogos que está más cerca de una novelita de TV que de una obra fílmica. Lo mismo sucede con algunas situaciones. La escena de la violación no solamente es innecesaria (haya sucedido o no); sino que el guión jamás entrega un mínimo antecedente que la justifique.
El error garrafal de insertar a Fernán Mirás y Manuel Callau para asumir a Marcos e Iván, repectivamente, 20 años después, más allá de sus buenos trabajos, despoja de continuidad a los personajes. Por si no tiene muy presente a Echevarría y Doregger, es cómo si pusiéramos a Gastón Pauls hacer de X y en la versión 20 años más viejo cubierto por Leonardo Sbaraglia.
“Desbordar” tiene otra contra en los rubros técnicos. A la compaginación le sobran fotogramas y por momentos está mal efectuado el corte, como la escena de presentación del grupo al principio de la película. La fotografía en su conjunto es bastante dispar. Hay algo en la iluminación que le quita el criterio visual principal (las reuniones con el director del hospital, por ejemplo).
Todo esto produce que en esta producción lo importante del “qué” termine opacado por el “cómo”. Muchas veces la frase “basado en hechos reales” es un arma de doble filo, con la que es fácil lastimarse si se confía sólo en eso. No alcanza para hacer cine.