Alex Tossenberger es el psicólogo y cineasta que dirigió este testimonio de una realidad tan cruel como tantas otras que nos rodean. Pero el loable intento no llega a convertirse en una buena película. La cámara hace foco en un grupo de internos del Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda, de Buenos Aires, que se suman a la propuesta de tres psicólogos que plantean armar un taller literario del que nacerá una revista que se llamó Desbordar y que llegó a venderse en los kioscos porteños en la década del 80. La lucha de los profesionales por incorporar a los pacientes a la vida social argentina a través del periodismo, se convierte en una pelea contra el sistema de salud que margina a los pacientes y los condena a un encierro infrahumano. Con algunas falencias en el guión, la película avanza -con ciertas dificultades en el relato- hasta completar el círculo dibujado por una experiencia de mucho valor, encarada por profesionales y condenada por el statu quo de una sociedad que no deja de desnudar su hipocresía, ni siquiera en la administración de la salud pública. Excepto la última media hora en la que intervienen Manuel Callau y Fernán Mirás, la película carece del nervio necesario para que el problema que plantea quede fijado en las memorias de los espectadores.