Una buena idea desperdiciada
«La ineficiente organización de los sistemas de salud, los intereses perversos de laboratorios medicinales, la corrupción en los hospitales psiquiátricos y la falta de actualización en la formación de los profesionales» son algunos de los impedimentos a la hora de mejorar las cosas, proclama «Desbordar» en una didascalia final, luego de dar algunos ejemplos con la historia que acá veremos.
En ella, dos jóvenes médicos, la novia de uno de ellos, y un estudiante de periodismo, animados por el espíritu de cambio, arman un taller literario en un neuropsiquiátrico, y con los propios internos logran sacar una revista que hasta se vende en kioskos. Nada de esto es del agrado del señor director del establecimiento, ni mucho menos de un sádico enfermero que de puro malo nomás apalea a los internos y se impone a los jóvenes médicos. Años después, los médicos no son tan jóvenes y se las ingenian para burlar el sistema, al menos una vez en la vida, lo cual consiguen, paradójicamente, haciéndose cargo de un muerto. Pero es apenas un triunfo pasajero.
Básicamente, ésta es la historia. La idea no es mala. Y agreguemos también, la intención es buena. Pero el guión necesitaba mayor desarrollo, la ambientación da lugar a confusiones, y pocos actores logran lucir su parte. Miguel Dedovich es uno de ellos, en el papel de un interno capaz de imponer ciertas formalidades dentro del grupo de pobres desahuciados. Otros lucen desperdiciados o mal aconsejados. Una lástima, porque el asunto tiene su importancia, y además se inspira en una auténtica experiencia que desarrolló un grupo de médicos a mediados de los 80. Fue por entonces, dicho sea de paso, que Eliseo Subiela hizo «Hombre mirando al sudeste», y Marcelo Céspedes y Carmen Guarini «Hospital Borda: un llamado a la razón», dos obras que hoy todavía estremecen, sobre todo cuando uno advierte qué pocas cosas han cambiado desde aquella época en esas casas de encierro.