Los recuerdos de tiempos fríos
"En Alemania nos olvidamos rápido", se queja el detective Bruno Ganz, "incluso de que hemos sido nazis". Qué gran actor. Su sola presencia, enmarcada por escenas contadas, más el cara a cara que mantiene con el no menos venerable Frank Langella, justifican todo el film. Ganz, de nuevo: "¿Qué pasaría si Martin Harris recordara?".
Desconocido juega su devenir, o deconstruir, desde la ciudad de Berlín. Allí van a parar el doctor Harris (Liam Neeson) con su esposa (January Jones), a participar de una conferencia sobre adelantos científicos en agronomía. Todo muy frío, con nieve en todas partes y, allí donde el lujo del hotel no llega, pleno de inmigrantes: en los taxis, en los bares, en talleres mecánicos. Lo peor de todo - se queja el dueño de la compañía taxista- , es que son ilegales y están arruinando a Alemania.
Harris escucha esto mientras procura el paradero de la taxista que le salvara la vida, luego de un accidente casi fatal. Tras unos días en coma, busca dar con su esposa mientras reordena sus recuerdos. Pero lo que le espera no es lo que cree: nadie le reconoce. Al borde de la locura, trata entonces de hilvanar alguna pista, de reencontrarse consigo, y es por eso que el detective Ernst (Ganz), antiguo integrante de la Stasi, lo ayuda en la tarea.
A partir de aquí, son varias las idas y vueltas cinéfilas que puede sugerir el film de Collet Serra. Desde El hombre equivocado hitchcockiano, pasando por el desequilibrio frankenheimeriano de El embajador del miedo y Seconds, más la dualidad paranoide literaria de Philip K. Dick, y la alusión --por escrito- al mundo de Oz. Una larga estela de referencias que en Desconocido encuentran como enclave la Guerra Fría y la puesta en juego de viejas piezas de ajedrez, en un contexto diferente y con artimañas tecnológicas nuevas. El juego con el recuerdo que el film propone podría, en este sentido, ser entendido como la remembranza de un orden ido que, si bien vetusto y de nostalgia para varios, sirve de matriz ideológica y económica para quienes continúan en el ruedo. Casi sin proponérselo, Harris desempolvará lo que no debe, lo que no se dice.
Hasta aquí, todo muy bien. Pero, en verdad, el interés de la temática conoce vaivenes que hacen de Desconocido, por momentos, un film de acción más. Cuando la redundancia desaparece, es cuando más se disfruta del film pero, parece, es la adrenalina desenfrenada, por lo general decorativa, la que dicta los caminos actuales en este tipo de propuestas.
Por último, y luego del descubrimiento agrícola (ver el film, claro), algo se agrega acerca del descontento de la gente del campo. Imposible no ironizar con el contexto argentino, cuyos baluartes del agro serían justos protagonistas.