Un aprendizaje singular.
Ariel (Shai Avivi) es un hombre de negocios que se reencuentra con Ronit (Assi Levy), una novia de su juventud, tras veinte años de su separación. Ronit, quedó embarazada y dio a luz a Adam. Debido a que Ariel siempre renegó de su paternidad, ella jamás le contó sobre la existencia de su hijo. Hasta que de manera inesperada, el protagonista tomará un papel imprevisto al aparecer en su vida Adam, su hijo. Y a partir de allí Ariel se verá envuelto en una encrucijada nunca imaginada por él y menos con fuertes lazos del pasado.
El director y guionista Savi Gabizon nos entrega una reflexión aguda y comprometedora sobre la paternidad, y además ofrece otra mirada sobre la muerte y sus consecuencias entre los vivos.
Ariel es un hombre afligido y solitario, cuya vida dará un giro de ciento ochenta grados a raíz de una impactante noticia. Ya en la primera escena, el diálogo entre él y su antigua novia Ronit -que arranca con una sonrisa y con un poco de vergüenza para hacerse cada vez más tenso-, nos revela el verdadero motivo de su reencuentro. Ariel, en consecuencia, deberá saldar cuentas con una oportunidad perdida.
Así, emprende un camino donde intentará recomponer fragmentos de la personalidad de este hijo fantasma, que incluirán sus costados luminosos y revelarán otros algo más oscuros.
Mérito del guión, los hechos se exponen poco a poco gracias a los diálogos que el hombre mantiene sucesivamente con las personas que lo trataron: su mejor amigo, su novia y Yael (Neta Riskin), la joven profesora de quien Adam estaba perdidamente enamorado, quien fuera principal fuente de sus tormentos y destinataria de poesías desgarradoras. Al drama no le faltan situaciones extravagantes y bizarras para fluir, al estilo de Emir Kusturica, en la mezcla de lo dramático con lo humorístico. Aspecto que resulta un tanto desacertado teniendo en cuenta el resultado en función de lo que realmente se buscaba.
La identificación de Ariel con su hijo surge en el proceso, a veces con la necesidad de defender su honor a pesar de no saber nada a ciencia cierta. POr momentos habla de él como si lo hubiese conocido para cerrar de cierta manera aquellas asignaturas pendientes con el pasado.
“¿Qué hubiera sido si…?” es la pregunta que Ariel se hace durante todo el film intentando dilucidarla. Es así que emprende la búsqueda desde el punto de partida del individualismo que signa su presente. Y eso lo transformará y aportará a su vida la sensibilidad buscada inconscientemente -basada en la solidaridad y el reconocimiento del otro- llevándolo a superar traumas y curando antiguas heridas del alma, ni más ni menos que una segunda oportunidad.
El mar acompaña en ciertos momentos cruciales del film, quizás como significado de los ciclos naturales por los que todos tarde o temprano debemos atravesar.