Cine de terror... de terror
Enésimo exponente del género que no tiene nada nada demasiado bueno (ni mucho menos novedoso) para ofrecer.
Lo primero que ve la pareja y su hija ni bien llegan al pequeño pueblo colombiano al cual se mudaron debido a un ofrecimiento laboral que acepta el padre de ella son pobres. Chicos, viejos, adultos: todos pobres pero para ellos inofensivos, tal como lo demuestra la voluntad de él de intentar bajar la ventana para darles algún centavo. La concepción de un otro peligroso, inherente a gran parte del cine norteamericano, alcanza uno de sus puntos más altos en una producción que, paradójicamente, está financiada con una buena cantidad de billetes hispanoparlantes.
Mamá (Julia Stiles), papá (Scott Speedman) y la nena se instalan en un caserón en las afueras del pueblo. Tienen “la suerte” de haber llegado en las vísperas de una de las festividades más importantes de la región destinada a honrar la memoria de un grupo de chicos brutalmente asesinados durante el periodo de colonización española, tal como les explicará una lugareña a la pareja justo antes de que ellos vayan a una fiesta a todo trapo en plena ribera del lugar.
Los temores generados por la mirada foránea y prejuiciosa devendrán en realidad cuando la hija empiece a tener síntomas de una enfermedad, marcando así que aquel pasado está vigente mucho más allá de la celebración. Enésima película de terror estrenada en lo que va del año, Desde la oscuridad propone un desarrollo tipificado para este tipo de historias, con algunos sustos intercalados y la consecuente búsqueda incesante tanto de las razones del fenómeno, en este caso las escoriaciones de la nena, como de los motivos de los fantasmitas para aterrar a la pobre familia norteamericana. Motivos cuyo ecologismo de pacotilla no hace más que subrayar la idea de Desde la oscuridad como parte de un cine de terror ya no sólo gastado y carente de cualquier tipo de sorpresas sino, lo que es peor, destinado a limpiar conciencias.