Los fantasmas del cine español regresan a las carteleras porteñas con Desde la oscuridad, pero con pocas ideas y demasiadas pretensiones.
Cuando Guillermo del Toro introdujo la temática “niños fantasmas” como consecuencia de la guerra en la subestimada El espinazo del diablo, aún el subgénero no llegaba a su etapa de auge. Desde entonces, Alejandro Amenabar e incluso Alex de la Iglesia han recurrido a este sistema de narración hasta llegar a este penoso producto.
La historia es realmente muy simple. Una familia estadounidense llega a Santa Clara, Colombia, para establecerse. Ahí, el padre de la protagonista tiene una fábrica de papel, que le dio trabajo a todo el pueblo. Paul y Sarah, junto a su pequeña hija –nunca pueda faltar un niño- arriban a una casa, en medio de la selva para comenzar una nueva vida, mientras ella debe trabajar con su progenitor. Pronto, aparecen entes espectrales que convierten su estadía en una suerte de pesadilla vengativa.
No hace muchos años, se estrenó en nuestro país Aparecidos, película española filmada en la Patagonia, que intentaba generar una conciencia social a través de una historia de fantasmas relacionada con la última dictadura militar. La pobreza cinematográfica de esta obra mezclada con la banalización de un tema que sigue latente en nuestra historia reciente, dieron como resultado un film poco serio, casi absurdo y olvidable.
Desde la oscuridad, aborda la contaminación ambiental de empresas primermundistas en Sudamérica y la mezcla superficialmente con otra metáfora fantasmal, que contiene todos los clisés y lugares comunes que funcionaron a nivel de fórmula, en las últimas décadas del cine español, sumado a una mirada lastimosa y de corte concientizador.
La película de Quílez es previsible y escasa de ideas narrativas. Cuando a los 15 minutos, el guionista tira todas las pistas juntas para que el espectador revele el misterio, el juego se ha agotado y lo que queda es solamente esperar que se confirmen las hipótesis. Por suerte, el realizador tiene una mano firme para sostener la tensión y administrar el suspenso de forma clásica, haciendo un poco más disfrutable la travesía, hasta la esperada revelación final.
Sin embargo, las pretensiones dramáticas –con diversas subtramas que quedan en el aire- y sociales e intentar introducir ”estrellas” de Hollywood –aunque Julia Stiles, Scott Speedman y Stephen Rea se alejaron de ese status- en un ambiente, que deja la sensación, que en Sudamérica todavía se vive como en los tiempos de la colonización, da como resultado que el film todavía sea más absurdo y prejuicioso.
Aun con algunos climas logrados, el film carece de un guión novedoso, recurre a giros ridículos, vistos infinidad de veces y personajes esquemáticos. Más allá de algunos sustos aislados, es poco lo que Desde la oscuridad aporta al género y nada produce mayor lástima que ver a un gran actor como Stephen Rea, desperdiciado en una producción de tan baja calidad artística.