Y la vida siguió…
Destacadas actuaciones en un filme que promete más de lo que brinda.
Si con Criaturas celestiales, Peter Jackson había descendido a los infiernos contando la vida de dos adolescentes luchando por hacerse de su lugar en el mundo a cualquier precio y con la trilogía de El señor de los anillos alcanzó el paraíso de taquilla, crítica y premios logrando trasladar el imposible texto clásico de Tolkien a la pantalla grande, con Desde mi cielo (la traslación no tan acertada del original The Lovely Bones) el director neocelandés se quedó suspendido en un extraño limbo. Porque ese es el lugar adonde Susie (gran actuación de Saoirse Ronan con un candor que trasciende la pantalla) ha quedado suspendida hasta lograr desprenderse de lo que aún la ata a la vida. Y no en el falso cielo del título que supone un arriba ideal.
La reconocida novela asomaba de por sí arriesgada en su relato de una joven de 14 años violada y muerta por un vecino (un Stanley Tucci que mete miedo) que se convertía en la narradora de la vida tal cual transcurría en su ausencia y buscando “ayudar” a los que la sobrevivieron, en especial su familia. La sensibilidad jacksoniana nos hacía presuponer que las cosas podían funcionar, pero algo se quedó a mitad de camino y sólo el artificio se adueñó del resultado final. Lo que podía salir mal salió un poco peor.
La poderosa premisa de ver la historia a través de quien ya no puede actuar, de posicionarnos como espectadores en el lugar de quien ya no está y no de quien sufre la pérdida se va diluyendo en un relato que apuesta, esquivando todo sentimentalismo, por la artificialidad de la construcción del más allá, con grandes escenarios e imaginativas escenografías -fruto de un trabajo de efectos especiales certeros y logrados-, que busca correrse de toda perspectiva religiosa explícita y cae en un pastiche de sincretismo y procura trocar justicia divina por justicia poética y apenas construye un deux ex macchina bastante traído de los pelos.
El jugueteo con las teorías lombrosianas, la remilgosidad con la que se enuncian las perversiones que se suponen como principales cuestionadas, la manipulación de los personajes que aparecen y desaparecen sin más razón que la que el guión les impone o a los que lleva al desborde discordante (la abuela de Sarandon es el ejemplo más acabado), la necesidad de buscar una especie de cierre tranquilizador al thriller en que se convierte en un momento el filme o de satisfacer esa cierta mirada muy hollywoodense de que de alguna manera uno puede cumplir con lo no cerrado de la historia aún después de muerto (Ghost, Sexto sentido, etc.) van sumando decepciones en el camino de una película que si bien evita todo golpe bajo y efectismo sentimentaloide no puede tampoco desarrollar un mínimo de sentimiento que consiga nuestra afección. O, lo que es peor, proponga, sin darse cuenta, una resolución tranquilizadora (con la conjunción de esos cielos celestes, esos campos amarillos sembrados, esas cascadas de aguas diáfanas, esas reuniones de niñas que, aunque ferozmente asesinadas, uno ve tan vivas en definitiva) a quien mira.
Sea cual sea el efecto final, de cualquier forma, Desde mi cielo es un fallido filme que desperdicia una mirada extrañada sobre la muerte por miedo a que una lágrima le moje los decorados digitales.