Mamarracho celestial
Cuesta creer que un director del prestigio de Peter Jackson cometa tantas torpezas en la adaptación de una novela publicada en el 2002, escrita por Alice Sebold y traducida al castellano con el título Desde mi cielo. Quienes han leído el libro coinciden en que la adaptación cinematográfica, a cargo del propio Jackson y sus co-guionistas Fran Walsh y Philippa Boyens, no logró condensar el espíritu de la historia que gira en torno a una serie de reflexiones sobre la vida después de la muerte a partir del relato de una adolescente asesinada en 1973, quien observa desde el limbo como sigue la existencia de sus seres queridos y no puede despegarse de lo terrenal para llegar al tan ansiado paraíso.
Ese es a grandes rasgos el desafío que seducía al director de King Kong y que dados los antecedentes que se remontan a Criaturas celestiales (quizá su mejor película donde la fusión entre dos realidades era perfecta), podía resultar más que interesante. Sin embargo, cegado por una ramplonería kitsch y un desacierto mayúsculo de la puesta en escena- cuando se trata de representar el espacio celestial- este nuevo opus resulta por lo menos fallido en su concepción formal y absurdo desde un punto de vista cinematográfico. Tal vez el realizador procuró alejarse de los códigos del policial clásico ya que tenía todos los elementos servidos en bandeja: desde el asesino serial introvertido hasta la víctima ideal y en paralelo la investigación que no aporta demasiado. En vez de ajustarse a esta estructura intentó amalgamar la fantasía quizás para descomprimir un argumento que de por sí pierde su misterio porque tanto víctima como victimario se develan casi al comienzo del film. De ese modo lo que podría parecer como una película híbrida nunca encuentra el justo equilibrio y se desbalancea desde el principio. Así, Jackson desperdicia la riqueza de los géneros en juego y deja la sensación de que estamos frente a dos películas, malas por cierto.
Una voz en off omnipresente de la protagonista, Susie Salmon (Saoirse Ronan), anticipa que fue asesinada por su vecino (Stanley Tucci, exagerado y sobreactuado), mientras que su familia trata de seguir viviendo pese a la pérdida. Quien sospecha sobre la identidad del asesino es su padre (Mark Wahlberg), aunque el poco apoyo de la policía, encarnada en el detective de turno (Michael Imperioli, el Christopher de Los Sopranos), no ayuda demasiado. Tampoco la depresión de su esposa Abigail (Rachel Weisz), devenida en crisis familiar con huída del hogar. Así las cosas, el padre junto a sus dos hijos vivos, hermana y hermano menores de la protagonista, son vigilados por Susie desde el más allá con la consabida regla de la incomunicación entre un mundo y otro.
Entre el onirismo digital, a veces calcado de Más allá de los sueños (1998), y alguna que otra impronta surrealista de manual de primer grado -acompañado de una estética new age que la banda sonora de Brian Eno se encarga de enfatizar-, este producto mal terminado se derrumba en la primera media hora pese a los intentos estériles de crear una atmósfera de suspenso y oscuridad absolutamente opacada por los colores chillones de la imagen y la falta de ritmo con enormes digresiones y baches en lo que hace a lo narrativo.
No obstante, la frutilla del postre para provocar la mayor indigestión al espectador llega en la resolución de la trama y en un epílogo patético que hacen descender varios escalones a este gran director que había tocado el cielo con las manos y ahora vuelve al lodo de un cine previsible, chato e impersonal.