Mi vida sin mí
Peter Jackson eligió privilegiar la relación entre el padre y su hija asesinada en su emocionante adaptación.
Ya le había sucedido a Peter Jackson antes de estrenar la primera parte de la trilogía de El Señor de los Anillos. Fans de Tolkien de todo el mundo lo atacaban en Internet sin haber visto una imagen en movimiento de La comunidad del Anillo. Al adaptar Desde mi cielo, el best seller de Alice Sebold publicado en 2002, al neozelandés le llovieron críticas de lectores de la novela ... pero esta vez, tras ver la película.
Mejor, parece, si se quiere disfrutar el filme, es llegar al cine sin haber leído la novela. Como suele suceder.
Jackson, así, recrea la historia contada por Susie Salmon, esta adolescente de 14 años que, en 1973, es salvajemente asesinada y que luego observa todo lo que sucede en la Tierra desde Ningún lugar, como lo define Peter Jackson, y que la propia Susie lo ponía en estas palabras: "el horizonte azul entre el Cielo y la Tierra".
Cada uno tomará el filme desde la visión que prefiera. Por un lado está el thriller, la pesquisa tras Harvey, el vecino que violó y asesinó (en la novela; en la pantalla lo que le sucede a Susie, la muerte inclusive, no está explícita), con los denodados esfuerzos del padre de la víctima (Mark Wahlberg) por hallar un culpable, y también el cuerpo de su hija.
Pero por otro -y tal vez el que le cuestionan quienes amaron el libro y no la película-, está la intensa relación afectiva, los bones, huesos, o lazos que unen a Jack, el padre, con Susie, y que para Jackson son más fuertes que nada. Hasta que la muerte.
La película tampoco tiene una construcción sencilla, porque la narración va y viene en el tiempo, hay personajes que tienen ciertos dones que no vamos a develar, y otros que en apariencia quedaron algo relegados -el de la madre, interpretado por Rachel Weisz-.
Pero allí donde el director no podía dar ninguna nota en falso es donde Jackson acierta dos plenos. El primero es en la selección de Saoirse Ronan, la neoyorquina de 15 años que asombró en Expiación, ahora en un papel diametralmente opuesto. Susie es la ingenuidad, la candidez, ofrece la sana seducción de la pureza, y a través de sus ojos es que Jackson construye un universo de infinita imaginación -la escena en la costa, con las embarcaciones embotelladas es bellísima-. Al fin y al cabo, Weta, su compañía de efectos especiales, para algo está.
Y la otra es haber elegido a Stanley Tucci como el asesino. Casi irreconocible, el actor de Big Night compone desde cada mínimo gesto al personaje con más carnadura de la película, que sabe emocionar allí donde otros serían un clisé.